lunes, 15 de abril de 2024

* MEDIOCRES Y ENVIDIOSOS

 


Un día un querido amigo me lanzó el guante de que escribiera sobre los mediocres y mentirosos. Eso he hecho y la verdad es que me he quedado muy a gusto.

De esto os hablo en mi semanal tribuna de todos los lunes en San Fernando Información (Publicaciones del Sur).

Jesús Rodríguez Arias




MEDIOCRES Y ENVIDIOSOS

Del mediocre dice la RAE que es el mediano, común, regular, corriente, gris, anodino, vulgar. El envidioso es el celoso, codicioso, avaricioso, ambicioso e ínvido. Ser una de las dos acepciones ya se las trae, pero existen los que llevan ambos unidas y entonces es la repera.

No podéis negarme que de mediocres y envidiosos está el mundo lleno. Te los encuentras en cualquier parte y lugar, en todos los ámbitos y sectores donde te puedas mover. No suele pasar nada reseñable cuando llevas una vida algo anodina, pero ten en cuenta que, si destacas en algo, por más nimio que pueda ser, te convertirás en objetivo predilecto de dardos envenenados de los envidiosos que puedan rodearte.

Pasa que cuando eres más joven y bisoño puedes creer de corazón eso de que todo el mundo es bueno hasta que te encuentras con semejantes personajes que hacen y dicen de ti todo lo que se le venga a la boca, todas las mentiras y exabruptos posibles, que hacen de tu vida, que la concepción de las cosas, cambien tú estado de ánimos hasta llegar al escepticismo razonado cuando atraviesas la madurez.

Mediocres y envidiosos pululan a sus anchas en todo tipo de institución ya sea pública como privada, en cualquier asociación y dentro de las mismas por supuesto debemos incluir a las cofradías. Son los que suelen estar cerca de la pomada, los que intentan por todos los medios llegar a convertirse en consejeros de los que dirigen, de los cargos que ostentan responsabilidad. Estos son escuchados pues casi nadie de los que se encuentran en el atrio del poder y la fama quieren apearse de tal dignidad. Escuchan y prestan atención a los envidiosos que ponen de grana y oro a esos que destacan por su nobleza de corazón, por su sapiencia y formación, por su innato liderazgo. Al cabo del tiempo oportuno los apedreados por los vulgares codiciosos dan un paso al lado, hartos de tantas mentiras e impiedad, dejando el camino expedito a estos y a los que quieren mantener poder y prestigio a toda costa siendo estos últimos pastos de las llamas de los correspondientes fuegos en forma de maledicentes dimes y diretes que vendrán de los cobardes labios de los avariciosos ínvidos los cuales son especialistas en tirar la piedra y esconder la mano.

¿Cuántas carreras profesionales se han visto gravemente perjudicadas por las ignominiosas calumnias que provienen de mediocres y envidiosos? ¿Cuántas buenas y capacitadas personas han visto cercenado su derecho a poder dirigir tal o cual institución por las venenosas campañas en su contra que han orquestado tanto tipejo que no sirve, por su capacitación, ni para estar escondido?

Desgraciadamente en la sociedad por la que transitamos hoy en día vale más lo malo conocido que lo bueno que aún está por conocer. Estamos en un periodo de la historia donde la excelencia, la formación, las Artes, parecen estar en un segundo plano de un mundo abducido por tantas redes sociales, por caer bien a todo el mundo, por los “likes” que puedan atesorar cada publicación. Vivir virtualmente en las calles digitales de la red suele suceder que nos estemos perdiendo la realidad de la vida con todo lo que eso conlleva.

Mediocres y envidiosos hay en todos los sitios y lugares, aunque en estos momentos donde son más notables es en el ámbito de la política ya que al parecer ha quedado demodé eso de ejercer esta función como servicio a los ciudadanos pues se ha convertido en una privilegiada profesión.

Deberíamos cambiar los estándares de nuestras propias vidas, deberíamos saber que es qué y sobre todo con quién nos movemos. Los mediocres y envidiosos seguirán actuando sin piedad, aunque somos nosotros los que, con nuestro trabajo y esfuerzo, con nuestra preparación y dones recibidos, debemos intentar aislarlos o por lo menos intentarlo.

A mis cincuenta y cuatro años bien cumplidos me he convertido en un escéptico, aunque todavía me apasiono por los retos marcados, por los sueños que todavía están por cumplir. Eso sí, aunque soy sabedor que los envidiosos siempre estarán al acecho, sé que no podrán hacer nada si yo no se lo permito.

Jesús Rodríguez Arias

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