Los españoles hemos llegado a un total estado de indignación que se puede sentir desde todos los lugares y la pandemia que estamos padeciendo ha sido en verdad la guinda que quedaba para ponerle al pastel.
Tantos años aprovechándose de los españolitos de a pie, eternos paganinis, ha acabado con que estemos hasta las narices de seguir pisoteados siempre por los mismos...
Y esta es mi opinión que publico en mi semanal tribuna de todos los lunes en Andalucía Información.
Jesús Rodríguez Arias
ESTADO DE INDIGNACIÓN
Hoy quiero escribir sobre el estado de indignación que sentimos los españoles hacia nuestra “clase” política que nos está llevando, por sus espurios intereses, a una ruina moral y económica sin precedente. Tienen las llaves de nuestra salud y lo que hacen, como niños de párvulo, es echarse el balón los unos a los otros mientras miles de personas se contagian a diario y ya hay demasiados muertos silenciados y condenados al olvido…
Es triste ver que la cámara que dice representar el sentir nacional es una jaula de fieras donde casi todos se quieren comer el pastel que creen les corresponde mientras España se hunde en la ciénaga de la desesperación. Comprobar que tenemos una Cámara Alta que sirve para bien poco si no se modifica a la baja el número de senadores y con ellos todo el entramado de cargos que viven a cuerpo de rey aunque se manifiesten decididamente republicanos.
Es imprescindible un cambio de chip porque los españoles ya no podemos seguir pagando un entramado en el que solo viven los dignos representantes de “estepaís”, hay que reducir sí o sí tanto las Cortes Generales como las distintas comunidades autónomas, provinciales o entes eminentemente locales. Este nivel de gasto público no lo aguanta ni el país más rico y hay que hacerle llegar a nuestros “representantes” que España no es uno de ellos. O desinflamos el globo o termina estallando con la condición de que la caca solo nos la comemos los paganinis de siempre.
Pero es que esta noble nación ha entrado en un laberinto donde todo está viciado desde los medios hasta las redes sociales que se han convertido en unos patios de vecinos mal avenidos. Ahí todos hablan, hablamos, aunque para defender una postura lo que se debe exigir es un mínimo de coherencia. Yo, todos me conocéis, no estoy casado con nadie salvo con mi mujer y por eso escribo y digo bien alto lo que opino y pienso manteniendo eso sí las elementales normas de buena educación y sacrosanto respeto.
Me ha encantado leer algunos comentarios en las redes sociales de la fracasada moción de censura que la pasada semana se debatió en esa jaula de grillos llamada congreso de los diputados. No voy a entrar en el tema político pues ya se ha escrito demasiado de ello. Voy a fijarme en el fenómeno sociológico que esta ha ocasionado. La mayoría, según sus opciones preferentes, la han defendido o todo lo contrario. Algunos energúmenos se dedicaron a criticar y ofender al resto porque en verdad no saben hacer nada más pero hay otros que son la repanocha. La mayoría gente anónima para el mundo pero que son conocida en su comunidad. El Ejemplo de una persona que criticó ferozmente los planteamientos del partido Vox erigiéndose en defensora de unos planteamientos progresistas que entusiasmarían sin lugar a la duda a cualquier trabajador que no llega a fin de mes o a los que ya no tienen recursos y tienen que visitar a diario Cáritas o los comedores sociales para salir hacia adelante.
Estos planteamientos de los “pijos-progres” son muy ilustrativo de la falsedad en la que viven pues no pueden ponerse en el pellejo de alguien que lo está pasando mal, de los que trabajan de sol a sol, de los que contribuyen desde la decencia y la honradez con España mientras viven del “cuento”, tienen chófer, le limpian la casa y le llevan las compras mientras están tomando una copichuela, conduciendo un coche de lujo o paseando a los caniches… Perdone que les lleve la contraria pues cuando uno argumenta unas ideas y una defensa a ultranza del humanismo hay que ser, por lo menos, consecuente para que no todo quede en simples palabras que se las lleva el viento a modo de blanquear negras conciencias o maquillar simplemente una insípida realidad.
España necesita que se le meta el dedo en la llaga ante los despropósitos que estamos viendo, donde se invierta más en luchar contra el Covid y también contra las enfermedades que han quedado en segundo plano aunque sean peligrosas, necesita que se garantice un estado de bienestar para todos y que la economía de cada casa no entre en depresión y si para eso hay que reducir el entramado político pues bienvenido sea.
Jesús Rodríguez Arias