jueves, 30 de mayo de 2019

EN EL CENTENARIO DE LA CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS; POR PEDRO LUIS LLERA VÁZQUEZ












InfoCatólica

El 30 de mayo de 1919, tal día como hoy hace cien años, el rey Alfonso XIII consagra España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España, ante una imagen monumental en piedra y con el Santísimo expuesto en un altar.
Esta fue la fórmula de consagración que leyó el rey ante el Santísimo:
España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia. Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.
Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea.”
Unos años más tarde, el 28 de julio de 1936, los milicianos fusilaban la imagen del Sagrado Corazón. Cinco día antes había ejecutado a cinco jóvenes que custodiaban el santuario y el convento de las Carmelitas. Ninguno de los impactos de las balas alcanzó el Corazón de Jesús. El 7 de agosto dinamitaron la imagen del Sagrado Corazón y a pesar de ello, el Corazón de Jesús quedó intacto y aún se venera en el convento de las Carmelitas que había fundado la Madre Maravillas en el Cerro de los Ángeles en 1926. 
En 1944, se comenzaron las obras de reconstrucción del Sagrado Corazón que hoy podemos contemplar en Getafe.

Hoy comunistas, socialistas y liberales siguen odiando a Cristo y a su Sagrado Corazón: “No queremos que Este reine sobre nosotros” (Lc. 19, 14). De buena gana volverían a borrar cualquier vestigio de Cristo de España. No ocultan su deseo de dinamitar la cruz del Valle de los Caídos o de quemar iglesias (“la única Iglesia que ilumina es la iglesia que arde”, dicen). Las profanaciones y los sacrilegios se multiplican. Cada una de las leyes inicuas que aprueba el parlamento es una ofensa al Sagrado Corazón de Jesús: aborto, eutanasia, divorcio, ideología de género, … Dios no debe reinar. No acatamos ni aceptamos sus Mandamientos. El odio a Cristo y el deseo de matarlo sigue tan vivo como siempre. Nuestro pueblo ya no se rige por la santa ley de Dios.
Hoy vivimos en España una profunda crisis de fe. La mayoría no creen ya en nada salvo en su barriga y en su bragueta. Hay que pasarlo bien. Ya no hay normas morales. La vida no tiene otro sentido que el de disfrutar lo más posible. Sin sentido y con una vida vacía, los suicidios se multiplican sin que a nadie le importe ni haga nada por evitarlos. La inmoralidad y la corrupción campan a sus anchas y no solo entre los políticos, sino fundamentalmente entre la gente normal y corriente. Se ha perdido la decencia, se desprecia la honradez, se promueven la infidelidad y la promiscuidad, la pornografía y la prostitución; se normalizan la perversión y la impudicia; se enorgullecen de sus depravaciones… España es hoy una cloaca infecta donde toda inmundicia tiene cabida.
¿Y los enemigos que tratan de destruir la Iglesia desde dentro? Esos son todavía peores. Esos dicen que todas las religiones son queridas por Dios y propagan el indiferentismo religioso, condenado infinidad de veces por la Iglesia. Esos no quieren aceptar la realeza social de Cristo. Esos quieren bendecir la uniones homosexuales y las parejas de hecho; justifican el aborto; quieren que los luteranos o quienes viven públicamente en pecado mortal puedan comulgar. Los herejes y apóstatas quieren cambiar la moral de la Iglesia y pretenden construir un nuevo paradigma de Iglesia, al margen de la tradición y de la doctrina de la Iglesia que se ha enseñado siempre y en todas partes.
Dentro de la Iglesia, esta crisis de fe se manifiesta en la proliferación de casos de abusos sexuales y de pecados contra el sexto mandamiento, incluso entre sacerdotes, religiosos y obispos; en el desprecio a la tradición y a la sana doctrina; y en ultrajes continuos contra la sacralidad de la liturgia y contra Jesús Sacramentado. La herejía modernista se extiende como una mancha de negro galipote. La apostasía es clamorosa.
Y sin embargo, para los católicos que quedamos, Cristo sigue siendo el camino seguro para alcanzar el cielo. Para nosotros no hay más Rey que Cristo. España no se salvará por los políticos ni por artículos como este ni por los portales como InfoCatólica. España se salvará por la oración. A España la salvará el único Redentor, que es Jesucristo. Porque no hay salvación que no pase por el santo sacrificio de su Cuerpo y su Sangre que se repite en cada celebración de la Santa Misa. Hace más por la salvación de España y del mundo una monja de clausura con su vida retirada y oculta de oración y penitencia que todos los que vivimos ajetreados en mil actividades todo el día. Nuestra única esperanza es Cristo. Nuestro único rey verdadero es Cristo. Nuestro Salvador es Cristo: y no hay otro.
Nuestro refugio más seguro es el Sagrado Corazón de Jesús, aunque el camino esté plagado de espinas. Vivimos situaciones dolorosas dentro y fuera de la Iglesia. Se ríen de nosotros. Nos desprecian. Nos insultan… Pero ¿quién nos podrá separar del amor de Dios, manifestado en Jesucristo? ¿La angustia, la tribulación, las persecuciones? Nada ni nadie nos puede apartar del amor de Dios. Todo lo podemos soportar con la ayuda de Aquel que nos conforta.
Pero hoy, 30 de mayo de 2019, se da otra coincidencia: hoy es el jueves de la Ascensión del Señor. Recuerden: “tres jueves hay en el año que relumbran más que el sol…”. Y un jueves de la ascensión de 1773, el P. Bernardo de Hoyos recibe después de comulgar la gran promesa. Así lo cuenta el propio Bernardo:
“Después de comulgar, tuve la misma visión referida del Corazón, aunque con las circunstancias de verle rodeado de la corona de espinas y una cruz en la extremidad de arriba, ni más ni menos que la pinta el P. Gallifet; también vi la herida por la cual parece se asomaban los espíritus más puros de aquella sangre, que redimió el mundo. Convidaba el divino amor Jesús a mi corazón se metiera en el suyo por aquella herida, que aquel sería mi Palacio, mi Castillo y Muro en todo lance. Y como el mío aceptase, le dijo el Señor: ¿No ves que está rodeado de espinas y te punzarán? Que fue irritar más el amor, que introduciéndose a lo más íntimo. […] Dióseme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en quien ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: “Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes”.
El Sagrado Corazón de Jesús reinará en España. La guerra está ganada. Por muy desesperada que veamos la situación actual, por muy negro que lo veamos todo, la victoria es de nuestro Dios.
Decía San Pío X que “no hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los hombres con Cristo.”
Totus tuus ego sum et omnia mea Tua sunt.
Accipio Te in mea omnia.
Praebe mihi cor Tuum, Maria. 
“Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María!”
Unidos a María, mantengámonos firmes junto a la Cruz de Cristo en medio de tantas tinieblas. No tengamos miedo. El Señor vendrá y separará el trigo de la cizaña. Y a quienes no quieren que Él sea su rey, un día les dirá: “Pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí.” Lucas, 19, 27.
Parece que el Señor era poco pacifista… Seguramente ahora pensaría distinto y habría cambiado su discurso para hacerlo más asumible por el mundo de hoy. Y lo de la pena de muerte… No sé yo… Pero como no había grabadoras ni por aquel entonces había tanta sinodalidad… Seguramente el Señor quería decir otra cosa…

El sábado pasado, hicieron la primera comunión los niños de mi colegio. Mi disposición, sinceramente, no era muy buena… No iba con muchas ganas: un sábado a las diez de la mañana y después de una semana agotadora de trabajo, no era el plan más apetecible. Pero obviamente fui. Tenía que estar con mis niños. Y desde la consagración, el Señor me hizo arder el corazón de tal manera que rompí a llorar y ya no pude parar el resto de la misa. Yo lo paso muy mal en estos casos. Me da mucho apuro y mucha vergüenza. Pero cuando el Señor entra en el alma y te inunda, no hay manera de pararlo, por mucho que lo intentes (que vaya si lo intento). Yo no soy nada amigo de sensiblerías ni de ñoñerías. Pero ¿qué puedo hacer cuando el Amado irrumpe en mi alma a lo bestia?
- ¿Qué quieres de mí, Señor, que me haces arder el alma de esta manera?
- Te quiero a ti.
- Soy tuyo, Señor. Haz con mi vida lo que quieras…
Y en esas estamos… Cristo está realmente presente en su cuerpo, sangre, alma y divinidad en el Santísimo Sacramento. Dios quiere venir a nuestro corazón y hacer morada en él. 
Tengamos fe, convirtámonos todos y vivamos en gracia de Dios. Eso es lo único importante. Lo demás ya lo irá disponiendo el Señor, según su voluntad.
¡Viva Cristo Rey!

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