Ese domingo salía San Roque,
el día antes los astados habían recorrido las calles de Villaluenga haciendo
las delicias de los que nos gusta disfrutar de nuestras tradiciones, la Misa ya
había acabado y los sones del himno nacional envolvían la Alameda mientras los
costaleros que por entonces comandaba nuestros siempre querido y recordado José
Miguel Calle hacían la complicada operación para bordear con éxito el dintel de
la puerta de la Iglesia de San Miguel Arcángel. Lucía un sol de justicia y
hacía calor…
El Santo fue recorriendo en
procesión las calles del pueblo y mientras el cortejo de vecinos y devotos con
sus mejores galas bajaban la empinada cuesta de la plaza Fernando Portillo y el
paso estaba en la esquina de la casa de Beli y Carmelo o la de Paqui y Eduardo
según se mire, nosotros lo contemplábamos alegres desde la misma puerta de la
casa de Rogelio.
Cuando esta pasó encaminándose
ya para su recogida nos quedamos los tres solos y entonces con una gran
sonrisa, con esos ojos siempre niños, me dijo Mateo: “Vamos Jesús, que hay que
tirar el cohete” y hacia ese lugar nos encaminamos junto a Rogelio en medio de
bromas, risas y recuerdos…
Siempre recordaré a Mateo
Vázquez como ese hombre afable, ese hombre predispuesto a colaborar en todo
cuanto pudiese, en echar esa necesaria mano en todas las fiestas, actos, que se
celebraran en el Pueblo o tirando esos cohetes tan característicos al comienzo
y final de cada toro que por San Roque se celebra, en la procesión del Santo,
en la Patrona, en las Fiestas…
Mateo ha hecho de todo para
sacar su familia hacia adelante, para que no le faltara nada, para criarlos en
esos valores que hoy parecen desaparecidos en una sociedad demasiado vacía.
Junto a su mujer Pilar, su apoyo constante en la vida, han sido, siguen siendo,
referentes no solo en Villaluenga del Rosario sino en todos los lugares donde
eran conocidos por su prudencia, su saber estar, su discreción, su amabilidad,
su eterna sonrisa.
Lo recuerdo sentado en una
silla en ese corralillo que tiene a la salida del pueblo donde las gallinas,
los gatitos y algún que otro perro han encontrado su hogar. Sentado en el sol
en el frío invierno con los ojos perdidos en sus recuerdos que cuando yo pasaba
caminando me los contaba, me los refería incluso adornado con palabras de un
particular refranero. Lo recuerdo por la mañana o cuando la tarde caía cargado
con comida para sus animalillos que en cuanto lo divisaban le daban encuentro a
modo de coral maullidos mientras él con su eterna sonrisa iba llamando a cada
uno por su nombre haciendo especial hincapié en uno negrillo, muy zalamero, que
atendía al nombre de Juanito y que lo acompañaba en sus paseos.
También lo recuerdo charlando
con sus amigos, de sus cosas, de lo vivido, de lo conocido, de ese Villaluenga
de ayer, ese Villaluenga en los años más duros, en los que tuvieron que
trabajar correosamente para con esfuerzo y dedicación hacer un pueblo y también
una sociedad mucho mejor para sus hijos.
Lo recuerdo jugando sus
partidas de dominó en el Bar Alameda, cuidando de sus nietecillos en su casa
que colinda con el Ayuntamiento así como con la casa de sus consuegros Rogelio
y Charo.
Lo recuerdo apretando ese
tornillo que fijara más si cabe a las andas a Nuestro Padre Jesús en la tarde
del Jueves Santo para que cuando saliera camino del Calvario a la mañana
siguiente no surgiera ninguna dificultad…
Lo recuerdo involucrado en
todo lo que se le pedía, sin importar hora, momento y ocasión pues Mateo junto
a Pilar y su Familia sabe bien lo que es servir al Pueblo pero sobre todos a
sus convecinos desde la sencillez, desde la humildad y con una eterna sonrisa…
Hacía ya algunos años la vida
le vino mal dada y los padecimientos junto a la enfermedad se hicieron
presentes en su día a día. Ya no iba él a llevar la comida a sus gatillos ni a
sus pollos sino que lo hacía Pilar, su mujer, su hija Paqui o sus nietos. Ya se
le veía de cuando en vez dando paseos acompañados de su bastoncillo tan enjuto
como él. Se le veía más delgado aunque en verdad nunca llegué a verle vencido.
Su deterioro físico fue parejo
a sus visitas al hospital que en verdad se hacían más frecuentes y desde hace
meses ya no caminaba por las calles del pueblo con su propio pie sino que lo
llevaba su yerno o su hija en su particular carrito. Mateo fue ese hombre que
tanto me impacto y ayudó pues supo encarar la enfermedad, las dolencias, las
limitaciones físicas con una inmensa sonrisa, con unos ojos siempre niños,
siempre ilusionados, como aquella vez que me dijera que nos fuésemos a tirar el
cohete mientras San Roque encaraba la Iglesia para recogerse.
El Pueblo de Villaluenga por
medio de la Asociación del Toro de Cuerda le rindió un más que merecido
homenaje en agosto del pasado año. Todos los socios presentes acudimos para no
solo presenciar sino estar con él cuando Alfonso Carlos Moscoso, alcalde de
nuestro Pueblo, le hizo entrega de una sencilla placa en la que le reconocían
todo cuanto bien había hecho por esta antigua y profunda tradición así como le
daban las Gracias por su implicación, por su leal espíritu de servicio, por ser
Mateo Vázquez.
Él haciendo uso de la palabra
con bromas y recuerdos agradeció con su inmensa sonrisa este detalle con el que
se hacía tanta justicia con un hombre tan bueno.
El pasado 25 de julio, día de
Santiago Apóstol, Patrón de España, Mateo Vázquez era enterrado en el
Cementerio del Salvador al que tanto años estuvo dedicado. Moría aquejado por
el deterioro de su enfermedad un hombre bueno, un hombre servicial, un hombre
afable, un hombre entregado, dejando a todo el Pueblo triste porque ha perdido
un buen y querido vecino que ayudó a todos en lo que estuvo en su mano.
Faltan apenas 5 días para
que Villaluenga del Rosario viva nuevamente la Fiesta del Toro de Cuerda. El
sábado 11 de agosto en nuestro Pueblo se volverá hacer historia en la propia
historia de tan precioso lugar pero esta vez será distinto pues no estará
nuestro querido Mateo Vázquez que cohete en mano esperaba encender la mecha con
la que daba comienzo todo…
Será un sábado de recuerdos,
tiene que serlo por fuerza, y de íntimas emociones de todos los que tuvimos el
inmenso privilegio de conocerlo.
Allá en el Cielo, que como
todos sabemos está más allá de donde pierde la vista tras el Caíllo, se ve
desde poco más de una semana una nueva estrella que ilumina el firmamento y que
tiene forma de sonrisa…
Un honor, un placer, haberte
conocido querido Mateo, me has enseñado mucho en el transcurso de los años que
hace te conozco, me has enseñado a encarar la vida con espíritu de servicio, me
has enseñado a mirarlo todo con ilusionados ojos de eterno niño.
Descansa en Paz querido amigo,
que te lo mereces, la Virgen del Rosario que Pastorea nuestras almas y que nos
acompaña en los Dolores y en la Soledad te guarda bajo su manto.
Mi cariño, mi pesar, mi
emoción y oraciones para con Pilar, su viuda y mujer ejemplar, sus hijos,
nietos, familia, amigos así como para todo el Pueblo de Villaluenga del Rosario
que desde hace 13 días está un poquito más huérfano.
Recibid un abrazo con sabor a
eternidad,
Jesús Rodríguez Arias



Muchas gracias Jesús por tus palabras y reconocimiento ejemplar hacia mi padre. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Jesus, en nombre de toda la familia. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Jesus, bonitas palabras hacia mi padre. Todos nos acordaremos de el cuando suene el cohete el sabado. Un abrazo
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