lunes, 27 de junio de 2022

* CUANDO ESCRIBO


Cuando escribo todo adquiere sentido, todo tiene su lógica explicación, todo cuanto siento, pienso y vivo lo puedo recrear en este folio que ya ni por asomo es blanco.

Con este intimista artículo quiero terminar el mes de junio y con el cual quiero haceros ver que es lo que siento cuando escribo...

Jesús Rodríguez Arias


CUANDO ESCRIBO

Cuando escribo escapo del mundanal ruido y entro en ese espacio donde solo yo puedo estar y en el que se entremezclan inspiración y pensamientos. Cuando abro esa ventana en la que veo solamente una página en blanco que miro y me mira como si me cuestionara que es lo que voy a escribir esta vez, las preocupaciones dejan de existir, los dolores desaparecen e incluso la alergia deja de dar la lata.

Esto de escribir es cosa de tres: Dios que es fuente de mi inspiración, la página en blanco y el que suscribe. No, no es fácil pero cuando encuentras la idea, el mensaje que quieres hacer llegar, recuerdas a las personas que siempre están ahí, entonces las palabras fluyen rápidamente y el teclado suena armoniosamente como la mejor melodía que en ese momento puedas escuchar. Entonces ya no existe el tiempo, las horas pasan sin apenas darme cuenta, y casi todo queda fuera de ese apasionante mundo interior en el que estoy inmerso.

Cuando escribo soy y me siento totalmente libre y de ahí que no tenga reparos en decir lo que pienso, opino o quiera contar. Vivir en la libertad en la que baso cada segundo de mi existencia hace que sea más claro, conciso y ciertamente respetuoso en lo que quiero decir sin importarme mucho, la verdad sea dicha, lo que piensen los demás. Hace ya mucho tiempo que paso tres kilos de lo que opine o diga la gente de mí y por eso defiendo las causas en las que creo, me pongo al lado de las personas a las que quiero, soy crítico con los tendenciosos, los murmuradores, los que viven del cuento, los que necesitan caer bien y gustar a todos para seguir chupando del bote, los que desde su amargura hacen daño cuestionando el honor de los demás, también de esos que sentados en la poltrona no la quieren dejar ni con agua hirviendo sabiendo, como saben, que  ya su etapa acabó, de los cobardes y ambiguos, así como también con esos que viven en la maldad.

Todos los que nos dedicamos a esto vivimos desde la libertad, pero no todos son verdaderamente libres a la hora de expresar lo que piensan ya sea porque tienen un interés explícito, por temor a represalias en su ámbito profesional, personal, familiar e incluso en lo concerniente a los amigos. Esta sociedad tan mojigata para unas cosas y tan liberal para otras no consiente que nadie vaya por libre y diga lo que piensa pues puede zaherir los intereses creados por unos y otros. El castigo más común es el ostracismo, el dejarte fuera del camino, e intentar que todos se olviden de ti. Conmigo van listos pues he sido yo el que me he ido, me he quitado literalmente del medio, me he alejado, incluso poniendo montañas de por medio, de las maliciosas miradas, cosa que algunos todavía hoy no me perdonan.

Escribir como el componer, pintar lo que se quiera expresar en un lienzo, el que artísticamente capta un instante haciéndola la más bella fotografía, el que dibuja y realiza diseños, el que tiene una caja de música en las cuerdas vocales, es un precioso don que requiere de muchos sacrificios personales y familiares, pero lo que te ofrece y da no se puede pagar ni con todo el oro del mundo. Escribir es un noble oficio más que una profesión.

También os confesaré que muchas veces voy por la calle, estando en una conversación, en casa con Hetepheres o en la soledad de uno mismo me pasa que cuando algo capta mi interés, más allá de lo que esté haciendo, todo adquiere un cariz que solo se recrea en la mente. Entonces es cuando apunto algo que me ha chivado la inspiración ya sea en el móvil o en una servilleta misma. Es vivir las veinticuatro horas que tiene el día en modo literario.

Y es que cuando escribo todo adquiere sentido, todo tiene su lógica explicación, todo cuanto siento, pienso y vivo lo puedo recrear en este folio que ya ni por asomo es blanco.

Termino tan personal artículo dedicándoselo a Hetepheres, mi mujer, que es en verdad la gran sufridora de mi ausencia cuando me toca escribir.

Jesús Rodríguez Arias


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