BEIRUT, 24 Nov. 14 / 01:25 am (ACI).- Cerca de la frontera de Líbano y Siria, dos religiosas forman parte del personal del centro de servicio a refugiados que trabaja para dar alivio –y esperanza– a miles que han huido del conflicto armado de Siria.
La hermana Micheline Lattouf , una Hermana del Buen Pastor, dijo a ACI Prensa desde Beirut (Líbano) que “mantengo mi esperanza en la oración”.
“Busco cómo ayudar a los niños, cómo ayudar a las familias”, dijo, llamando a los refugiados “víctimas en su propio país”.
Sor Micheline es directora del Centro Social y Comunitario del Buen Pastor, en Deir-al-Ahmar, un poblado cristiano en el Valle Bekaa, al norte de Líbano.
Ella y otra Hermana del Buen Pastor son parte de la media docena de personas que ayudan tanto a libaneses y a los 8 mil a 9 mil sirios refugiados que están entre los millones de desplazados, desde que comenzó el conflicto en Siria, en 2011.
El número de refugiados sigue creciendo, 60 a 80 familias refugiadas, variando en tamaños de cinco a 15 personas, llegan a la zona cada mes.
Estos refugiados son predominantemente musulmanes sunitas que escapan de un conflicto en que las fuerzas rebeldes son ellos mismos predominantemente sunitas. Ellos se sienten inseguros en zonas cercanas de musulmanes chiitas, así que se han congregado en pueblos cristianos no lejos de Baalbek, un centro importante para el partido chiita libanés Hezbollah, que apoya al gobierno de Siria.
“Con las personas cristianas, ellos se sienten más seguros. Porque para ellos, somos gente de paz. Queremos vivir en paz y amor”, dijo Sor Micheline.
Este patrón de interacción de cristianos y musulmanes es común en Líbano, donde los cristianos son un importante amortiguador entre diferentes comunidades musulmanas.
Muchos de los hombres entre los refugiados de Deir-al-Ahmar tienen una historia de trabajar en la región como trabajadores migrantes. Antes del conflicto, ellos regresarían a Siria después de la estación de cosecha, para vivir de sus ganancias en un país con un bajo costo de vida.
Pero cuando comenzó el conflicto sirio, comenzaron a llevar a sus familias con ellos para quedarse en un país donde las necesidades básicas son crecientemente más caras.
Los refugiados ahora viven en asentamientos espontáneos desorganizados, a veces agrupados por un clan o familia. Algunos fueron separados de sus seres amados durante el escape de sus hogares. Aquellos que no pudieron llegar en auto o bus caminaron hasta por siete días para llegar, a menudo sobre terreno montañoso.
Viviendo en carpas y casas con paredes de costales y sábanas de plástico recogidas de carteles usados, muchos de los refugiados viven alrededor del centro comunitario de las Hermanas del Buen Pastor.
“Se sienten muy mal por su situación. Quieren volver a Siria, y no pueden. Esta no es una vida”, dijo Sor Micheline.
El centro comunitario fue establecido originalmente para funcionar programas extracurriculares y clases de recuperación para niños libaneses. Las hermanas han expandido su misión, ayudando a educar a los niños refugiados y distribuir comida a las familias sirias, mientras que continúan ayudando al asentamiento en carpas de cristianos.
Una escuela establecida por las hermanas enseña a 330 niños refugiados en la mañana, y luego enseña a los niños libaneses locales en la tarde.
Las hermanas han encontrado a profesores sirios entre los refugiados, y les pagan por enseñar a los niños refugiados de acuerdo al sistema de solo árabe de su país natal, en vez del sistema multi-idioma de Líbano. El currículo incluye programas de construcción de paz que alientan la coexistencia cultural y relaciones interculturales.
La Asociación Católica de Bienestar del Cercano Oriente, una agencia pontificia de ayuda humanitaria, apoya la escuela. La organización de caridad Catholic Relief Services (CRS), con sede en Estados Unidos, ayuda a las familias en los asentamientos.
Paquetes de suministros son entregados a los refugiados, conteniendo artículos como aceite de oliva, azúcar, arroz, pasta, queso, leche, entre otros.
Mientras que un paquete de 50 dólares puede proveer a una familia por un mes, la demanda es abrumadora, y los paquetes han sido partidos a la mitad para servir a más personas.
“No es suficiente”, dijo Sor Micheline, advirtiendo el peligro de desnutrición.
El próximo invierno amenaza con una situación “muy mala”; dijo la religiosa. La temporada de fango derrumba carpas y genera condiciones insalubres en campos donde el sistema de alcantarillado consiste de baños al aire libre.
La presencia de agencias humanitarias puede salvar vidas.
Catholic Relief Services paga carpas, calentadores, madera, combustible diesel, y frazadas para los refugiados.
Mientras visitaba una carpa de refugiados, una delegación de la agencia católica Cáritas Australia descubrió a un niño de 11 años herido llamado Melhem, a quien un accidente había herido por accidente.
El niño había estado acostado en cama y sus vendajes habían sido dejados descubiertos durante semanas tras su tratamiento médico inicial. Su herida se había infectado.
Catholic Relief Services y las Hermanas del Buen Pastor conjuntamente financiaron la cirugía del niño. Él continúa recuperándose de su herida y de su falta de cuidado médico inicial.
“Él está muy bien ahora”, dijo Sor Micheline.
El centro comunitario también trata de ayudar a adultos a encontrar trabajo en agricultura, explicó. “Estas personas son trabajadores y quieren trabajar”.
Un día de trabajo es difícil de encontrar para adultos. La situación económica ha presionado a muchos niños refugiados a convertirse en jefes de familia.
Otro desafío es que el alto número de refugiados ha causado intranquilidad y temores de seguridad entre la población cristiana local, cuyos números son tan bajos como 3 mil durante los meses de invierno.
Si incluso un porcentaje minúsculo de la zona de refugiados simpatiza con radicales violentos como el grupo Estado Islámico, eso puede significar varias docenas de personas, indicó el representante de CRS en Líbano Davide Bernocchi.
Sor Micheline dijo que tiene algunos temores sobre la posible presencia de partidarios del Estado Islámico en los campos de refugiados.
“A veces tengo miedo. Tenemos que ser cuidadosos”, dijo. “Los cuidamos, los recibimos en nuestro centro, pero con los ojos abiertos”.
Algunas personas han advertido a Sor Micheline que podría ser asesinada por el Estado Islámico debido a su trabajo.
“Yo les digo ‘quizás’. Pero esa no es razón para detener mi misión”, dijo. “Tengo mi misión y continúo mi misión”.
“Si me matan, no es un problema… quizás otra hermana tendrá coraje para continuar la misión”.
Sor Micheline citó el ejemplo del Arzobispo de San Salvador (El Salvador), Mons. Óscar Romero, que fue asesinado en 1980, tras criticar las violaciones de derechos humanos del gobierno.
“Creo que si quizás yo sea asesinada debido a mi trabajo con los refugiados, quizás el mundo hoy necesita otro Óscar Romero”.
La hermana dijo se inspiró por los 330 niños sirios en la escuela.
“Podemos ver la transformación en su comportamiento y su higiene y su relación entre la comunidad libanesa y los refugiados”, dijo.
“Cuando veo la transformación en los niños, veo que son felices. Son felices de venir al centro, de aprender. Ellos quieren aprender”.
“Cuando los veo, 30 o 40 personas en un pequeño salón, están esperando simplemente aprender. Eso me da la gran esperanza por el futuro”, aseguró.
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