Algunos días nos levantamos alegres, entusiasmados y muy felices. Otras veces nos vence el desánimo sin motivo alguno y cientos de dudas y preguntas existenciales nos asaltan. Sin embargo, para cada problema hay una solución. Piensa en ella, ten fe y confía en ti mismo.
Puedes cambiar ahora, en este preciso momento. No importa si es de noche o de día, en qué lugar estás o con quien. Recuerda que los cambios deben empezar por uno mismo.
Acepta que hay cosas que no puedes cambiar, pero sí mejorar. Visualiza tus metas y canaliza tus esfuerzos para lograr tus sueños.
Cambia de rutina. Haz cambios visibles, que te muestren que has mejorado y sigues tratando de limar defectos. Hazlo con convicción y desde el corazón. Limpia, ordena todo lo que está en desorden, para encontrar armonía.
Vive en paz con tu pasado. Si tienes un resentimiento hacia alguien, díselo, escríbelo, permite que esos sentimientos salgan y dejen espacio a nuevos sentimientos de amor.
¡Sonríe! Es lo más importante. ¡Levántate con una sonrisa, agradeciéndole a Dios lo que pasa en tu vida! Ser muy positivo ayuda. Si quieres, puedes. Una sonrisa amable y sincera te puede brindar una solución para resolver un problema. Si no es así, al menos te alegras el día y también se lo alegras a los demás...
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