Mi lienzo es una página en blanco donde se vislumbran algunas ideas, mi lienzo puede ser virtual o físico donde pocos pueden ver lo que tan nítidamente yo observo.
Mi lienzo no tiene colores vivos ni apagados, no es un paisaje reconocible, ni una casa, ni un bodegón. No es nada que se pueda describir tan solo al verlo, no es un cielo donde se asoman multitud de tonalidades, ni un retrato que nos haga ver con solo echar una simple ojeada síntomas de cansancio, alegría, tristeza, juventud o niñez.
En mi lienzo no se puede dibujar porque Dios no me ha dado ese don sino un lugar donde compongo una imagen, una situación, un lugar, una persona por medio de palabras, expresiones, situaciones y por qué no decirlo: ¡Querencias!
Mi lienzo es una página en blanco donde por medio de la escritura retrato sentimientos, pensamientos, opiniones que llegan del corazón directamente al alma.
No sé por qué el Señor me ha regalado el don de la escritura, no sé ciertamente donde llegaré con lo que digo, cuento, pienso u opino y si tiene validez a los ojos de los que leen estas páginas que hoy son virtuales y mañana se pueden convertir en eternas por medio de una publicación, de un libro que después de leído y meditado permanecerá en una biblioteca junto a sus hermanos.
Me contento con solo pensar que cuando cojan mi libro o lean las páginas de este blog al pasar de los años se le vengan recuerdos de un tiempo que no por pasado se deba olvidar y que al final se convierta en una sonrisa íntima, personal y llena de vivencias.
Me conformo que cuando Dios cierre los ojos de este mi terrenal cuerpo tenga al menos la sensación de haber hecho algo aunque ese "algo" sea haber llevado un poco de esperanza, haber hecho pensar a algunos ante un mundo alejado del pensamiento, haber disfrutado de experiencias compartidas, haber podido compartir experiencias y recuerdos, haber podido retratar, como si una pintura se tratase, el sentir de mi querida Isla de León, la bicentenaria Ciudad de San Fernando, que es lugar de entrañable niñez, adolescencia, juventud y entrada en la madurez así como el amor que siento por mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario, del calor y calidez de sus gentes, mis convecinos, de paisajes de ensueño en el que un bello y pequeño pueblo blanco como la cal y la pureza es cobijado, acunado, por las inmensas montañas que lo rodean teniendo al Caíllo como cuna, como pared, como esos brazos que son capaces de aislarnos de todas esas intoxicaciones, maldades, veleidades y podredumbres que nos llegan de esos lugares tan civilizados, tan tecnológicos, tan avanzados y a la vez tan perdidos...
Soy de los que me emociono viendo pintar, una de las más bellas expresiones del arte, inspiración, disciplina y también capacidad de ver cuando no hay nada, a mi buen y querido amigo Antonio Benítez Román en su estudio donde todo huele a pintura, artesanía, pinceles, colores, arte y genialidad en estado puro y concentrado en un pequeño espacio aunque tan inmenso que soy incapaz de abarcar.
Nuestras charlas pueden convertirse en horas pues nuestros corazones, que admiran los dones que a cada uno nos ha dado Dios, se acompasan y entre palabras y palabras, pincelada tras pincelada, copa y copa vamos desgranando y desnudando nuestros sentimientos más puros, los que están llevados por la impronta de esa genialidad que hace que uno por medio de sus pinceles u otro por medio de las palabras vayan dibujando en sus lienzos o cuartillas sus sentimientos por medio de la imagen o de las palabras.
El pintar o el escribir es como componer una sinfonía en la que la música son los sonidos uniformes de dibujar sobre el lienzo con los pinceles donde la multitud de colores se conforman para dar paso a una imagen única y donde las palabras se entremezclan hasta conformar un texto donde al leerlo se pueda sentir, pueda remover corazones y conciencias y el movimiento del bolígrafo, la pluma o el sonido uniforme del teclado compongan a su vez una armoniosa melodía.
Me diréis que os hablo hoy de ensoñaciones, pensamientos íntimos, personales y os diré que es verdad, que tenéis toda la razón aunque también he de reconoceros una cosa que ante una imagen, un paisaje, un retrato salido de las manos de mi buen amigo Antonio Benítez Román las palabras enmudecen pues ante la máxima expresión de lo que es la belleza poco o nada hay que decir.
Dedico este post a todos los que saben apreciar la belleza en cualquiera de sus expresiones y muy particularmente a mi querido Antonio Benítez de los que todos los días aprendo algo nuevo y también especial.
Recibid, mis queridos hermanos, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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