martes, 25 de noviembre de 2014

LA VIDA DE UN MONJE BENEDICTINO.

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  • La vida de un monje benedictino está centrada en la búsqueda de Dios a través fundamentalmente de la oración y el trabajo: Ora et labora. Por eso, la vocación monástica es contemplativa, pues tiene como objetivo la contemplación de Dios y de las realidades celestiales, sin que por ello se desvincule de la Tierra: es misión del monje interceder ante Dios por las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres y atraer las bendiciones divinas sobre ellos.

  • El día de un monje benedictino se reparte esencialmente entre tres actividades complementarias: la oración, el trabajo y la lectio divina o lectura espiritual hecha bajo la guía del Espíritu Santo para alimentar la oración y conducir a la contemplación; además, a partir del cuidado de esta lectio divina, el monacato ha desarrollado de un modo muy importante la atención a los estudios a lo largo de los siglos. De ahí la formación de grandes bibliotecas y escuelas que en la época altomedieval salvaron la cultura grecorromana y cristiana y sirvieron de fundamento para la creación de una nueva cultura europea.

  • La oración del monje comprende, por una parte, la oración comunitaria, es decir, el rezo litúrgico de las llamadas “horas” del “Oficio Divino”: los monjes cantan en el coro alabando a Dios con salmos, himnos y cánticos. Comienzan con los Maitines, Vigilias u Oficio de Lectura (estos tres nombres recibe la primera “hora”, al despertar del sueño), prosiguen con las alabanzas de Laudes al principio de la mañana, continúan con las “horas menores” o intermedias de Tercia, Sexta y Nona, vuelven a hacerlo más solemnemente al caer la tarde con las Vísperas y concluyen con las Completas antes de acostarse. La celebración de la Santa Misa constituye el verdadero núcleo espiritual del día del monje y éste dedica un tiempo más o menos largo a la oración personal contemplativa.

  • Las “horas” del “Oficio Divino” jalonan el día monástico y entre ellas se insertan los otros tiempos en que el monje se entrega a la lectura, el estudio y el trabajo manual o intelectual, según los casos. Entre los trabajos, en nuestra Abadía puede haberlos tan variados como atender las distintas necesidades del monasterio (panadería, zapatería, sastrería, portería y tienda, etc.), cultivar los jardines y campos, etc. Asimismo, se pueden desarrollar labores intelectuales y manuales en la biblioteca y en la encuadernación y no faltan monjes que con paciencia y constancia se entregan al estudio y la elaboración de libros. Al existir un Colegio-Escolanía de niños cantores, también hay monjes encargados de su dirección general y en las áreas musical, académica y espiritual. Por otra parte, están los que se ocupan de la administración de la Abadía y de la Hospedería. Con todo ello, se cumple el precepto divino del trabajo y se obtiene lo necesario para la marcha y el sustento del monasterio y de sus religiosos, así como para la realización de obras sociales y caritativas. En conjunto, la alternancia entre tiempos de oración, de trabajo, de lectio divina y de estudio, favorece el equilibrio psicológico del monje, que ve transcurrir su día apaciblemente bajo la mirada de Dios, a quien le ofrece con amor todo lo que hace.

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