Te sueles quejar de que no tienes fe; es que quizá no sabes ubicarte en la noción de fe y menos aún en la realidad de la fe.
Para creer en Dios, hay que despojarse de sí mismo, hay que reconocerse débil, hay que confesarnos a nosotros mismos nuestra miseria, la poca cosa que somos; como a ti te cuesta hacer esto, por eso tienes tantas dificultades para tener fe.
Otras veces estarás pasando por lo que llaman una crisis de fe; estás desalentado, tienes ganas de echarlo todo a rodar. A través de esa crisis, Dios quiere llevarte a creer virilmente, no con una fe de niño, con una fe sin conciencia y responsabilidad, sino con una fe adulta, una fe de compromiso; al fin y al cabo, eso y solamente eso es la fe. Así, cuando la fe parece perdida, puede ser que la tengas más arraigada, más personal, más consustanciada con tu propia vida; cuando parece muerta, puede estar más viva. Ya sabes, solamente cuando ya no tengas nada, cuando sobre todo ya no te tengas a ti mismo, podrás comenzar a tener fe.
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