ENVÍO
RAFAEL / SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 20.12.2012 - 07:04
La verdad sobre la inmersión
QUÉ envidia nos producen los ciudadanos de esos países, siempre tan lejanos, que en toda circunstancia saben que sus gobiernos están ahí para proteger sus personas e intereses! ¡Qué diferencia con nuestra desconfianza de siglos, nuestra innata advertencia de que en España los derechos lo son sólo en la medida en que el poder político considere oportuna su defensa, y aun ésta siempre tibia y como forzada!
Un ejemplo: Convivencia Cívica Catalana lleva luchando desde 1998 por los derechos y libertades de los españolitos de a pie en Cataluña, y es una de las pocas entidades que ha dado la batalla al separatismo en medio de la apatía u hostilidad de tantos prudentes que ahora lloran por las esquinas. Francisco Caja, su presidente, ha destacado por su apoyo a la resistencia de las familias que han exigido una educación para sus hijos en su lengua materna española, y ello le ha valido agresiones, insultos y todo tipo de sinsabores. En Las 10 mentiras de la inmersión, documento que hay que leer para hacerse idea de la verdadera situación de discriminación a la que han sido conducidos los niños hispanohablantes, CCC muestra hasta qué punto "la inmersión, más que un sistema de enseñanza en catalán, es un sistema de exclusión de la lengua española… en el que lo que se trata es que los niños perciban que la lengua española es ajena y extraña a Cataluña y por ello se enseña con la misma dedicación que una lengua extranjera". Peor aún, podría añadirse: mientras un ciudadano francófono o anglófono, residente en Cataluña, puede escolarizar a sus hijos en su propia lengua, esa posibilidad se niega no sólo a los catalanes de lengua española, sino incluso a los hijos de funcionarios y trabajadores de otras regiones que viven temporalmente allí. Esta injusticia, inaudita en cualquier país excepto en el nuestro, consentida por todos los gobiernos desde hace décadas, hace increíbles las proclamas de firmeza que estos días se prodigan ante el anuncio del referéndum de autodeterminación. Mientras Cataluña sea España, ¿puede consentirse que se pregone impunemente la determinación de la Generalitat de seguir pisoteando uno de los derechos más elementales de cualquiera en su propia patria? ¿Quién podría albergar, dentro de Cataluña, lealtad a un país que tolera semejante desafuero contra sus ciudadanos y dentro de sus fronteras?
Un ejemplo: Convivencia Cívica Catalana lleva luchando desde 1998 por los derechos y libertades de los españolitos de a pie en Cataluña, y es una de las pocas entidades que ha dado la batalla al separatismo en medio de la apatía u hostilidad de tantos prudentes que ahora lloran por las esquinas. Francisco Caja, su presidente, ha destacado por su apoyo a la resistencia de las familias que han exigido una educación para sus hijos en su lengua materna española, y ello le ha valido agresiones, insultos y todo tipo de sinsabores. En Las 10 mentiras de la inmersión, documento que hay que leer para hacerse idea de la verdadera situación de discriminación a la que han sido conducidos los niños hispanohablantes, CCC muestra hasta qué punto "la inmersión, más que un sistema de enseñanza en catalán, es un sistema de exclusión de la lengua española… en el que lo que se trata es que los niños perciban que la lengua española es ajena y extraña a Cataluña y por ello se enseña con la misma dedicación que una lengua extranjera". Peor aún, podría añadirse: mientras un ciudadano francófono o anglófono, residente en Cataluña, puede escolarizar a sus hijos en su propia lengua, esa posibilidad se niega no sólo a los catalanes de lengua española, sino incluso a los hijos de funcionarios y trabajadores de otras regiones que viven temporalmente allí. Esta injusticia, inaudita en cualquier país excepto en el nuestro, consentida por todos los gobiernos desde hace décadas, hace increíbles las proclamas de firmeza que estos días se prodigan ante el anuncio del referéndum de autodeterminación. Mientras Cataluña sea España, ¿puede consentirse que se pregone impunemente la determinación de la Generalitat de seguir pisoteando uno de los derechos más elementales de cualquiera en su propia patria? ¿Quién podría albergar, dentro de Cataluña, lealtad a un país que tolera semejante desafuero contra sus ciudadanos y dentro de sus fronteras?
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