«La familia cristiana es la esperanza para hoy». Estas palabras de Benedicto XVI vertebran la fiesta que acogerá la Plaza de Colón el próximo 30 de diciembre. El cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal presidirá la multitudinaria eucaristía que, por sexto año consecutivo, se celebra en Madrid. Poco antes de esta convocatoria, recibe a LA RAZÓN, para reflexionar sobre los retos y desafíos a los que se enfrenta la familia en una crisis que va más allá de lo económico.
–Diagnostique la situación de la familia. ¿Se trata de un enfermo crónico? ¿Está en la UCI?
–La familia, como realidad institucional básica en la concepción del hombre y de su primera sociabilidad, se encuentra en una situación grave. En términos de derecho positivo, la legislación vigente en casi todos los países de Europa no favorece que la verdad de la familia sea respetada, atendida y cuidada. Además, la cultura dominante ha relativizado esa verdad hasta extremos inconcebibles en muy poco tiempo. Ha quedado en manos del poder político, no sólo en los aspectos en los que debe ser regulada para que se integre en la sociedad, sino también en su esencia natural. Como apuntó Benedicto XVI en el Bundestag alemán, la verdad de la familia es anterior a los fundamentos prepolíticos y prejurídicos del Estado. Hay un lenguaje en la naturaleza sobre la familia que no se puede ignorar.
–¿Cómo encajan entonces sentencias como la del Tribunal Constitucional que da su aprobación al matrimonio homosexual?
–Los tribunales juzgan sobre la base del entramado normativo que se teje con las leyes. Eso les obliga y les restringe. Hacer interpretaciones de las leyes positivas en nuestro sistema jurídico, que se salten la letra de la ley no es posible. Otra cosa son los problemas éticos y morales que se puedan desprender en la aplicación del Derecho cuando los administradores y jueces se encuentran con una situación de conciencia delicada. Sin embargo, en general, hay que interpretar la Ley según su letra y el contexto histórico en que nació y no sólo en el que se está aplicando. La Constitución española nació en un momento en el que los padres de la Carta Magna interpretaban que el matrimonio constitucionalmente garantizado era el matrimonio entre un hombre y una mujer. La actual visión mostrada por del Tribunal Constitucional no tiene en cuenta para nada este contexto inicial –en términos jurídicos, la intención del legislador– y este hecho se torna muy preocupante.
–En 2011, 118.359 mujeres interrumpieron su embarazo en España, un 4,7% más que el año anterior. El Gobierno estudia cambiar el sistema de dispensación de la píldora del día después y prepara una nueva reforma para garantizar los derechos del no nacido.
–El aborto es una verdadera tragedia y se plantea como uno de los problemas más graves de ética social y humana que padece Europa desde hace más de medio siglo y que explica, en gran medida, uno de los problemas más acuciantes de la crisis actual, que es la crisis demográfica. ¿Cuántos jóvenes podrían estar insertados en nuestra sociedad si no se hubiera producido ese número tan enorme de niños a los que se les impidió nacer? Si se elaborara un informe al respecto, nos encontraríamos con unos datos horribles. No se puede despreciar el derecho a la vida en ese momento tan incipiente para el hombre. Aunque se intente argumentar que no es un hombre, sí que lo es y lo va a ser después en plenitud. Sin esta premisa, es imposible que se forje una sociedad sana.
–El anuncio de que la malformación del feto no se incluirá como supuesto para abortar permitirá salvar la vida de niños y niñas que, de otro modo, serían eliminados por tener una discapacidad. Sin embargo, desde algunos sectores se criticó duramente al ministro Gallardón por esta propuesta.
–¿Ya se han olvidado de las legislaciones europeas de los años 20 y 30? Permitir algo así es de una inhumanidad sin límites... El paso de hacerlo con un no nacido a un nacido es muy fácil de dar. De ahí la llamada «muerte digna». Recuerdo el caso de un niño de unos 12 años con malformaciones en una parroquia en el norte de la ría de Vigo, queridísimo por sus abuelos y sus padres. Su discapacidad no le impedía reaccionar a la palabra y a los gestos de cariño. Y lo hacía de una manera que te conmovía el corazón. Con una legislación que facilita la eutanasia, no habría tenido la oportunidad de vivir.
– Otra de las reformas del actual Ejecutivo que afecta de forma directa a las familias es la educativa. ¿Vuelve la asignatura de Religión al lugar que se merece dentro del aula?
– Simplemente, vuelve al lugar que el ordenamiento jurídico español prevé. El fundamento de la enseñanza de la Religión y la moral católica para aquellos que eligen este camino se recoge en el artículo 27 de la Constitución, tal y como lo ratificó el Tribunal Constitucional después. Lo que no estaba tan claro, según sentencias posteriores del Supremo, es que la alternativa a esa clase tuviera que ser necesariamente otra asignatura. En cambio, de los acuerdos de la Santa Sede en el ámbito de la enseñanza sí se deriva que ha de tener una alternativa con un rango académico similar, pues de lo contrario supondría una discriminación de los alumnos que cursan Religión. Este principio regía hasta 1991, cuando entró en vigor la Logse. Desde entonces, el derecho a que los padres puedan elegir la materia de Religión se ve mermado, al igual que la libre elección de centro.
–En más de una ocasión, ha subrayado que poder tener clase de Religión es un derecho tanto de los padres católicos como de los no católicos...
–Es un derecho universal: es un derecho fundamental, un derecho de todos. Nosotros no imponemos la educación católica de los hijos. De la misma manera, tienen derecho a que no les impongan, por vía legal u otra, una doctrina moral, ética o ideológica que no esté de acuerdo con sus convicciones. El Estado puede exigir que se conozcan los fundamentos del ordenamiento jurídico, no las teorías sobre la justicia y la libertad que quieran mantener determinados titulares del poder político.
–En este sentido, ¿considera que se ha rebajado esa presión u ofensiva anticlerical de los últimos años?
– Depende mucho de dónde uno se mueva. En Madrid, aunque puede haber situaciones excepcionales, no se nota. Naturalmente esa presión se percibe cuando la Iglesia se manifiesta públicamente, por ejemplo durante la Jornada Mundial de la Juventud. Cuando realiza su labor callada, se nota menos.
–La crisis también está tocando los cimientos de muchos hogares españoles. Por fortuna, la Iglesia sale al paso...
– La Iglesia está ahí para ayudar tanto en lo material como en lo espiritual sin distinguir si quien acude a ella es católico o no, si es inmigrante... Tratamos de llevar el alivio y el consuelo inmediato para sus vidas. Pero afrontar esta crisis, exige hacerlo con profundidad, no sólo desde la técnica económica y jurídica. También desde el fondo moral que deja entrever. Hay que recuperar la conciencia de que hay que respetar los derechos de los demás, de asumir los deberes que uno tiene en su vida personal, familiar y profesional, hemos de ordenar la economía según criterios de bien común, hay que estimular la fecundidad de la familia...
– Mucha gente rota por la crisis se pregunta: «¿Merezco esto?».
–Hay momentos en la vida, al margen de lo económico, en la que se atraviesa una crisis personal y viene la cruz. Son situaciones dolorosas causadas por otros. O por nadie. Ante esto, no hay otra respuesta que la Cruz de Cristo. Pero es una buena respuesta porque con ella se puede convertir el dolor en gracia y en vida. Cuando uno está cerca de enfermos incurables, ve como muchos irradian alegría y son sostén para quienes les rodean. Y esa fuerza nace de Cristo. En todas estas situaciones de falta de empleo, de enfermedad están presentes las familias, que están sirviendo de alivio para muchísimas situaciones existenciales de ciudadanos, que sin ella no sólo estarían económicamente liquidados, sino que se encontrarían humana y espiritualmente derrotados. De ahí que la familia sea la institución básica de la sociedad, pero también de la Iglesia. No hay posibilidad de evangelización que toque al hombre y lo marque para toda su vida sin la familia.
–Además de la coyuntura económica, también estamos afrontando una crisis institucional donde se cuestionan pilares básicos del Estado.
– El carácter del hombre como ser relacional y relacionado hay que vivirlo desde el amor fraterno. Cuando esto es así, las divisiones parecen absurdas. Las rupturas no se entienden y no es bueno para una comunidad política como España. Si además se trata de una realidad social unida tan profundamente por lazos familiares, por una historia común y una fe compartida, cuesta comprenderlo todavía más. La misma Europa nació como un proyecto de unidad que perseguimos desde hace varias generaciones. ¿Queremos que la división marque nuestro presente y futuro? ¿Cómo vamos a formar una Europa unida sin la base de las unidades que existen ya? Buscar la unidad es un imperativo de la caridad cristiana.
– Quizá se olvida pronto el pasado...
– Y también se olvida el presente y el futuro. Cuando se ignora la Historia, se olvida lo que uno es.
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