Tengo dudas de que se pueda decir lo mismo del PSOE, de los sindicatos y de los nacionalistas catalanes... Todos ellos han cometido errores de grueso calibre y sus aportaciones para salir de la crisis han brillado por su ausencia, cuando no han consistido lisa y llanamente en obstaculizar el trabajo del Gobierno de la nación. No es para que se sientan, precisamente, ni orgullosos ni respaldados por el favor popular, como reflejan las encuestas y han demostrado las elecciones catalanas. Pero nada se logra despachando reproches a toro pasado: que 2012 se disuelva con todas sus desavenencias estériles. Empieza un año que también será duro, agrio y desabrido. Los españoles han demostrado tener gran capacidad de aguante, pero no tolerarán que se malgaste otro año en puñaladas traperas y en disputas tabernarias. Están hartos de que en cuestiones cruciales como las pensiones, los impuestos, los sueldos o el déficit fiscal, los partidos cambien de criterio según estén gobernando o en la oposición. La sobada y rancia táctica de oponerse por sistema, sea lo que sea, provoca hastío y desafección en los ciudadanos. Es de sabios mudar de criterio cuando se advierte el error o cuando los hechos desmienten las palabras, pero es de necios cambiar como una veleta según cómo sople el adversario. Y no está la sociedad española para más necedades. Al igual que hace 30 años, cuando casi todo estaba por hacer, son necesarios los políticos de altura. El Rey lo expresó con exactitud en su discurso navideño. Y el presidente del Gobierno ha prometido más diálogo y negociación en 2013. Ésa es la senda adecuada.
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