El ex juez prevaricador Baltasar Garzón ha confirmado su intención de unirse al proyecto político de Gaspar Llamazares. Me parece bien en lo que respecta a la recuperación definitiva de su actividad. Garzón siempre ha sido más político que juez, y de ahí las consecuencias. Su paso por el PSOE fue fulgurante pero efímero. No le hicieron ministro, renunció a su escaño, retornó a la Audiencia Nacional y con todos los datos acumulados en su breve paso por la Administración se dedicó a perseguir a quien lo había nombrado por atender las súplicas de José Bono. La Audiencia Nacional le aburría sobremanera, y se inventó el asunto de Pinochet, con el que obtuvo una gran popularidad internacional. Con Castro no se atrevió previamente. Y es lógico, porque Castro es uno de sus ídolos, y los ídolos, como su nombre indica, están para ser idolatrados, no detenidos. En España Garzón era un personaje premiado y maravillosamente tratado. Asistía de gorra en barreras y burladeros a todas las corridas de toros interesantes, y en otoño e invierno se le recibía con alborozo en las monterías, su fundamental pasión. Garzón es un afamado montero con una elegida pericia en el disparo. Lo experimentaron decenas de venados, jabalíes y muflones de las sierras andaluzas, sus manchas preferidas.Cuando el Tribunal Supremo lo apartó de la Justicia por prevaricador, con la inestimable ayuda del entonces partido gobernante, el PSOE, se acopló en cargos digitales y enchufados en determinados países de Hispanoamérica como asesor de derechos humanos, o algo parecido. Se hizo amigo de la señora Fernández en Argentina, y también en aquella devastada y maravillosa tierra, de Hebe de Bonafini. En Ecuador los abogados lo rechazaron. Y en Colombia, aún mantiene sus canonjías intactas. Pero la sombra de la depresión social le ofreció su compañía. Nadie le invitaba a las corridas de toros, y los venados, jabalíes y muflones experimentaron un gran alivio cuando supieron que aquel montero arocho y avezado no era bien recibido en las fincas serranas como antaño.
Garzón ha dado el saltito que separa al socialismo radical del comunismo, y desea unirse a Gaspar Llamazares para culminar el proyecto político del asturiano, que no es otro que seguir viviendo a cargo de los presupuestos hasta que las urnas le señalen el camino de la salida. Llamazares es ya muy poquita cosa en Izquierda Unida, y necesita un buen golpe de propaganda. Garzón se lo ofrece. Ignora Llamazares que meter un zorro en un corral poblado por pollitos no es una medida prudente. Pero será divertido verlos juntos caminando de la mano hacia el ocaso definitivo.
Si Llamazares quiere potenciar su pequeño partidillo con otros fracasados relevantes, los tiene a montones a su plena disposición. Por ahí anda, con su empanada mental más condimentada que nunca, Federico Mayor Zaragoza, aquel Rector de la Universidad de Granada durante el franquismo poco amante de la libertad de expresión de los estudiantes y posteriormente ministro del Gobierno de la UCD. Por ahí anda, mas desencuadernado que nunca Jorge Verstrynge, el mimado de Fraga en Alianza Popular, siempre derrotado en las urnas, y en la actualidad, asesor de los bolivarianos de Chávez. Un partido político liderado por Llamazares, y con Garzón, Mayor Zaragoza y Verstrynge de arietes, puede terminar resultando atractivísimo y más que divertido. Síntesis de las ventajas del futuro.
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