(Publicado en periódico INFORMACIÓN DOMINGO 23 DE DICIEMBRE 2012)
Llega la Navidad, con los olores y sabores de siempre. Llega la Navidad que es igual, por mucho que nos la quieran pintar este año de otro color, a la de toda la vida. Llega la Navidad y con ella reverdecen sentimientos profundos de cariño, de amistad, de amor en consonancia al hecho extraordinario y sublime que se celebra, que motiva y fundamenta estas fechas tan significativas para todos.
Y como preludio importante y luminoso para el que es Todo Luz, nuestra Isla luce un alumbrado extraordinario bello y austero, como mandan los tiempos y sus rigores, un alumbrado con motivos cristianos que hacía tanto tiempo que no se veía, aunque el instalar el mismo sea criticado por algunos que no ven la importancia de estas lucecitas que iluminan nuestro firmamento más cotidiano y, precisamente, las critican quienes más tienen que callar. No hace mucho un sindicato hizo público su disentimiento porque el dinero destinado al mismo podría haberse encauzado para otras necesidades aunque olvidan la cantidad ingente de millones de euros que se han embolsado los últimos ochos años, en cursos y programas de toda índole, cuyo montante hubiera solucionado el problema de los desahucios, de la pobreza que tristemente nos asola.
El alumbrado que por estas fechas iluminan nuestras calles y plazas, nuestros pueblos y ciudades tiene un objetivo muy claro para un cristiano: Anunciar que Jesús nace en todos nuestros corazones en la madrugada del 25 de Diciembre. Existen otros motivos más mercantilistas y que no quiero entrar con este artículo.
Alumbrando la Navidad, poniendo alegría y ráfagas de color en la negritud del cielo. Va a nacer Jesús, eso es más que suficiente para que todos los que creemos en Él tengamos los corazones alegres, estemos expectantes ante la grandeza más solemne, sublime, el Misterio más inalcanzable para la razón humana que hace que se nos escape de nuestras cortas “entenderas” todo lo que está relacionado con Dios, con su infinito Amor, Misericordia y Piedad.
Dios Padre, justamente, por Amor, por Misericordia y por Piedad nos entregó a Su Unigénito para que nos salvara a todos del mal, del pecado, de la impiedad. Sacrificó a Su Bendito Hijo porque nos quiere a raudales y esa Venida al Mundo, ese Nacimiento, ese gesto y hecho memorable es el que vamos a celebrar en estos días.
Estamos viviendo, malviviendo algunos, unos rigores económicos muy fuertes, estamos padeciendo recortes sociales y económicos que nos están afectando al bolsillo a todos, el panorama económico y social se mira desde el hastío y la desesperanza. Con este estado de ánimos afrontamos estas fiestas, que siempre han sido alegres, una crisis económica, de valores y de creencias nos está apabullando y nosotros estamos en medio de este temporal, pero con todo lo que nos cae encima me niego, rotundamente, a caer en ese pesimismo institucionalizado e instaurado por los poderes de este mundo, que no son más que los poderes que representan el Mal. Me niego a vivir estas alegres fechas con tristeza porque no tenga para los mejores regalos o manjares, por no poder poner en mi mesa suculentos platos, gastar dinero a manos abiertas, entrando en la atroz vorágine del consumismo absurdo y olvidando la verdadera esencia de lo que conmemoramos, del Nacimiento del Hijo de Dios en una pobre gruta allá en Belén, desprovisto de todo lo más necesario y olvidando a aquellos que, de verdad, no tienen ni para llevarse un trozo de pan a la boca o un techo donde cobijarse.
Me niego a entrar en esas absurdas campañas promovidas por no se qué intereses particulares donde lo mismo se instalan árboles de Navidad cuya colgaduras son irrespetuosas esquelas o que los lazos de negro luto nos rodeen cuando estamos ilusionados por el Nacimiento del Niño Jesús, de lo que representa para todos los hombres y mujeres de buena voluntad así como para un mundo que cada vez se aleja de las premisas para las cuales vino: AMOR, PAZ, CONCORDIA, PERDÓN, CARIDAD, ENTREGA, SERVICIO A LOS DEMÁS...
Lo que no me niego es a celebrar la Navidad, de lo que significa como cristiano, como católico que soy, que intento ser coherente en mi fe y por serlo escribo este artículo, aunque sea muy criticado, para remover las conciencias, los sentimientos y los corazones más pétreos porque estamos esperando que el Niño nazca en Belén y en cada uno de nuestros corazones en la próxima madrugada del 25 de Diciembre.
Aprovecho la oportunidad que se me ofrece para desearos una FELIZ NAVIDAD, desearos que la celebréis como Dios le gustaría que lo hiciéramos así como un Venturoso Año 2013. Pongamos nuestras vidas en Manos de Dios y llegará el descanso deseado a nuestros corazones atribulados.
¡No hay crisis que pueda con Dios!
Con mi cariño, recibid un cálido y fuerte abrazo.
Jesús Rodríguez Arias
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