Los medios de comunicación social han llegado a penetrar de un modo absorbente hasta nuestra mayor intimidad.
Estamos todos el día oyendo cosas, palabras, música, consejos, discursos, reclamos, etcétera...
Palabras, palabras y nada más que palabras, según reza el canto del folclore.
Se organizan reuniones de todo tipo, conferencias a nivel local, nacional, internacional. Se habla mucho, quizá demasiado.
No estará mal todo esto; pero no olvidemos que las obras no se realizan por los que hablan mucho, sino por los que hacen algo al menos.
Y, cuando esas obras tienen proyección espiritual, recordemos que las obras de Dios no las realizan los que hablan, sino los que dan todo por Dios y por los hermanos.
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