Me tengo que confesar: Empiezo las semanas deseando que llegue el viernes. Antes no era así, pero desde que me casé con Hetepheres ansío cada vez más tener más tiempo para estar con ella, no he dicho tiempo libre, pues intentamos ir juntos a todos los actos y compromisos sociales que tenemos porque si no fuera así no nos veríamos hasta la hora de acostarnos y eso, a la larga, implicaría más de un disgusto.
Pero como decía esta semana se me está haciendo más llevadera, y eso que no he dormido un solo día la siesta, que es un ritual y una liturgia en mi vida, será por eso que me encuentro el doble de cansado. Duermo apenas seis horas y muchas noches menos y eso se lleva en el cuerpo. Me dijo un médico un día que sueño no dormido no se recupera y así estamos...
Cuando salgo de casa me santiguo y empiezo con mis oraciones que se concretan en tres bloques principales: Las peticiones y ruegos, la acción de gracias e implorar la bendición y protección de Dios Padre para todos mis seres queridos, amigo y para mí. Siempre le digo que "todo cuanto haga, diga, escriba sea para Mayor Gloria de Dios" y con esa vocación de servicio y entrega empiezo la mañana y os puedo decir que se toman las cosas de otra manera. Cuando hablas con compañeros y te cuentan sus cosas, cuando te piden algo que no tienes ganas ni tampoco obligación y que haces por servir, de esa manera, a los demás, cuando escribes algún correo que sirva para meditar, cuando hablas y salen de tu boca palabras llenas de sentido espiritual, cuando evangelizas con actos, gestos. Cuando sonríes y prestas atención a quienes lo demandan y así toda la mañana. Tenemos que convertir nuestros trabajos en plataformas para servir a los demás. Hacer nuestro trabajo con máxima eficacia y esmero así como entregarte hasta la extenuación para servir a quién tienes al lado y puede necesitarlo. Todos necesitamos de una sonrisa, de un gesto de aprecio, de gratitud, de apoyo. Todos necesitamos dar y que nos den un abrazo cálido de sincero cariño, todos necesitamos del calor de la bondad, de la amistad, de la generosidad, del respeto.
Y muchas veces cuando salimos del trabajo lo hacemos extenuados y no sólo por el trabajo desarrollado, por el estrés soportado sino porque esa entrega te hace donarte tanto que sientes como te duelen todos los músculos, pero te sientes tan reconfortado, con esa alegría y esa dulce serenidad que solo da Dios. Después llegas a casa y parece que todo el cansancio se va cuando ves a tu familia, que es la que te da la energía para seguir adelante. Cuando nos acostamos pedimos perdón por el daño cometido y le ofrecemos el bien que hagamos hecho y nos dormimos en la placidez que nos otorga el Padre porque a la mañana siguiente todo vuelve a empezar, siempre igual y siempre diferente. Dios guía nuestras vidas para ser válidos instrumentos en Sus Manos. Con Dios la vida adquiere sentido, tiene un fin y una meta: Servir y amar a los demás. Tan sencillo y tan complicado como eso.
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