lunes, 28 de noviembre de 2011

LA BELLEZA DE LA IGLESIA. SALVE REGINA 1.

LA BELLEZA DE LA IGLESIA (XXVII)
“Iba ella resplandeciente, en el apogeo de su belleza, con rostro alegre como de una enamorada” Est,5,1
¡MUÉSTRANOS A JESÚS! (Salve Regina 1)
Como bien saben los
tres o cuatro feligreses
que aún me leen,
en tiempo de sufrimiento
y desolación,
brota “La Salve”
como un gemido
inefable, como un
himno purísimo de
nuestro corazón.
Aprendí esta oración
en el colegio y de
joven solía cantarla
en latín, ¡qué belleza!
No solemos caer
en la cuenta del contenido
que encierra...Y nos viene
muy bien meditarla en este comienzo
de Adviento.
Se trata de una oración muy antigua:
ya existía en el siglo XI, su vocabulario
rebosa de la cortesía y galantería
de aquellos tiempos. Es una oración
breve y sencilla, tierna y profunda,
en la que se entrelazan de
modo admirable la tristeza del peregrino
y la esperanza del creyente.
Dios te salve, Reina y Madre de Miseridordia:
saludamos a María reconociéndola
como Señora, con derechos sobre nosotros,
porque así lo ha querido Dios, como Madre
nuestra, que verdaderamente lo es, pero no
una madre o reina cualquiera, sino de Misericordia,
que en hebreo, “Rajab”, también
significa “entrañas”, “útero materno”. Esa es
la Definición de Dios, y también de María,
Madre de Dios-Misericordia y Madre de
amor misericordioso hacia sus hijos.
Vida, dulzura y esperanza nuestra: qué
hermosura en estas palabras. Realmente
María es
nuestra vida
cuando nos
falta el aliento,
la dulzura
en nuestros
amargores, y
la esperanza
cuando nos
encontramos
sumidos en el
pozo de la
tristeza.
A ti llamamos
los dest
e r r a d o s
hijos de Eva: Clamamus: la
traducción exacta es más fuerte
que la que ordinariamente se
usa en castellano. No sería
"llamamos" sino más bien
"gritamos" o "clamamos". Y al
decir “desterrados”, reconocemos
que nuestra verdadera patria
es el cielo.
A ti suspiramos gimiendo y
llorando en este valle de lágrimas:
“Suspiramus” indica esa dificultad
para respirar propia de aquél al que le asaltan
las lágrimas o una pena muy grande.
“Gementes et flentes” describe dos formas
de llorar: ruidosa y violenta una, suave y
mansa la otra. No hace falta más introducción
para expresar que nos encontramos en
una situación de extrema necesidad. En los
valles hay sombras, oscuridad. Solo se puede
salir ascendiendo. Subiendo a la cumbre.
Seguiremos con esta belleza de oración.
Petrus quînta
Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
A ti clamamos, los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre,
Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María.

Pedro A. Mejías Rodríguez

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