Gracias a Dios tenemos muchos a nuestro lado y, sin embargo, no los tenemos suficientemente en cuenta. Les estoy hablando de los hermanos más venerables de nuestras Hermandades y Cofradía: Los más mayores, los que han dado su vida por nuestras Corporaciones Nazarenas y, por ello mismo, representan la historia viva de dichas Instituciones.
Esta semana se nos ha marchado un viejo cofrade, dicho desde el más escrupuloso cariño y respeto, se ha ido una verdadera institución para su hermandad. Estoy hablando de Francisco Luna. En este caso, como en muchos, su Hermandad, la de Resurrección, le otorgó los máximos honores y el Director Espiritual le ofreció una más que sentida homilía. Como Paco Luna, también, se nos fueron, por nombrar algunos: Joaquín Rodríguez Royo, Antonio Baturone o mi querido y añorado Juan Macías Martín. Todos los que se marcharon a la Casa del Padre lo hicieron con fe y sabiendo que el encuentro con el Señor sería feliz porque habían hecho en este mundo todo lo posible para propagar el Mensaje de Cristo a través del Apostolado Cofrade, desde el trabajo callado y constante en sus Hermandades. Con ellos se va un trozo del Patrimonio de la Hermandad como tal, pero queda la historia viva de su legado.
Cuando voy a Sevilla, Madre y Maestra, y asisto a unos Cultos de mi Hermandad de La Macarena u otra veo en un sitio preeminente de la Basílica, Iglesia o Capilla, una fila de bancos reservados a hermanos antiguos de la Cofradía. Se ven varias filas de cabezas de pelo cano, de muchas arrugas, de rostros cansados por la vejez pero más emocionados que cualquiera de los asistentes y sus respectivas Juntas de Gobierno, desde el Hermano Mayor hasta el último Vocal, cuidándolos cariñosamente y profesándoles un respeto, una admiración fuera de toda duda. Eso pasa, también, en San Fernando pero no es una norma general.
Tengo la sensación de que a muchas de las Juntas de Gobierno de nuestras Hermandades les molestan los hermanos más antiguos. Dan la sensación de que los consideran,como si fueran, enemigos de la modernidad, de la visión de futuro que quieren implementar.Son vestigios de un pasado, en el mayor de los casos glorioso, que reconocen pero que quieren superar a toda costa no entendiendo que ese pasado, con éxitos y fracasos, es parte de la historia de la misma Institución. Creo que debemos ir, sin lugar a dudas, hacia adelante, hacia la modernidad, pero sin perder de vista el pasado, sin beber de las raíces y de las fuentes que han propiciado los momentos actuales.
Conozco situaciones en la que Hermanos de Honor y Hermanos Mayores Honorarios son tratados con la punta del pie, en el mejor de los casos, dando la impresión de que estos insignes cofrades, ya mayores por su edad, hacen sombra a los actuales rectores y "cargos" de sus Cofradías. Esto suele pasar cuando el que dirige la Entidad y sus más cercanos colaboradores no tienen suficiente altura de miras y caminan por el limitado sendero de la mediocridad.
En la Iglesia y en las Instituciones de la misma no sobra nadie; ni jóvenes ni mayores. Todos son necesarios porque todos tienen un papel fundamental en el Proyecto que Dios tiene para nosotros y para la Humanidad.
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