“Esos que van a misa, que espabilen”. No por escuchar esta frase esta última semana, dentro del contexto acerca de lo que deben hacer los católicos, dejó de sorprenderme y ver hasta qué punto la demagogia llega a todas las personas, independiente de su nivel cultural.
Hablaban de la crisis, de cómo está la sociedad y de que los que van a misa debían de ayudar más a los que lo necesitan y no darse tantos golpes de pecho. Quizás, no le faltara razón, pero está claro que todo esto es fruto de la demagogia que intenta encajar a la Iglesia en el peor de los ángulos.
Es increíble que se vea a la Iglesia casi como culpable de la crisis actual, cuando ésta corresponde directamente a los políticos y especuladores. Es increíble que se diga que los católicos tienen que ayudar más, porque eso supone un reconocimiento expreso de que ayudan, pero se quiere más y cuando se da por hecho de que todos los que acuden a misa pueden ayudar económicamente a los demás. Vamos, algo así como que todo el que va a misa, tiene un sueldazo, cuando van muchos que no tienen nada en los bolsillos, ni para echar en la colecta, pero sí mucho en el corazón y sobre todo esperanza. En todo caso, sus bolsillos y su alma están llenos de Fe.
Es curioso que se diga que la Iglesia tiene que dar más, que tiene que pagar el IBI, que el Estado le tiene que retirar las ayudas, cuando si no hubiera Iglesia (Cáritas, comedores sociales, colegios...etc.) la situación actual sería insostenible para muchas familias.
Esta corriente creciente en contra de la Iglesia Católica lleva ya varios años, pero permítanme que rechace dicha corriente, pero no ya sólo porque yo sea católico, sino porque pienso que esos llamados demócratas, lo primero que deben tener es respeto y está claro que hay muchos que no respetan a la Iglesia, porque sencillamente les molesta.
Y curiosamente, cuando se le pide a los católicos que se impliquen más, los políticos siguen despilfarrando el dinero público en subvenciones a sindicatos y colectivos, tirando el dinero en embajadas autonómicas, en mapas de excitación sexual y otras conductas que a nada llevan y que sin embargo, suponen un auténtico despilfarro del dinero de todos. Del dinero público.
Ahí está el verdadero problema: el despilfarro del dinero público ha traído los problemas actuales, y ahora, cuando la situación empeora profundamente, salvo que comience un giro, tras el vuelco electoral del 20-N, es cuando se acuerdan de la Iglesia, como si ésta permaneciera cruzada de brazos. Para llorar.
J. Moreno Fraile
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