2014-02-28 Radio Vaticana
Las campanas de saludo se sumaban a la conmoción de los corazones, así como a los aplausos y lágrimas también en el Vaticano, en la despedida de Benedicto XVI, a la hora en que abandonaba la Sede del Palacio Pontificio que había sido su casa durante casi ocho años, 17 días después de anunciar su renuncia a la Sede de Pedro, el 11 de febrero.
«No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etc. No abandono la cruz, sino que permanezco de forma nueva a los pies del Señor Crucificado», señaló el día anterior en su última audiencia general, en la que también estuvo acompañado por el cariño, la devoción y la admiración de miles de peregrinos por su luminoso magisterio petrino. Sentimientos que Joseph Ratzinger agradeció reiterando que «amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre por delante el bien de la Iglesia y no de sí mismos». Y asegurando que su corazón se ensanchaba agradecido para abrazar al mundo entero, recordó que el Señor guía a su Iglesia y nunca nos abandona.
A su llegada a Castelgandolfo, que también lo recibió con el saludo de las campanas, y rodeado por grandes muestras de afecto de los ciudadanos de esta localidad lacial a unos 30 km al sur de Roma, Benedicto XVI dirigió una palabras llenas de gratitud, alentando a ir juntos hacia adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo y asegurando su oración, con su corazón y amor por el bien común y de la humanidad. Volvamos a escuchar sus últimas palabras como Pontífice:
«Queridos amigos soy feliz de estar con ustedes, rodeado por la belleza de la Creación y de su simpatía, que me complace. Gracias por su amistad y afecto.
Ustedes saben, que el día de hoy es distinto al de otras veces precedentes. Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia Católica - hasta las ocho aún lo seré, luego ya no -.Soy simplemente un peregrino que comienza la última etapa de su peregrinación en esta tierra.
Pero quisiera una vez más, con mi corazón, amor y oración, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad.Me siento muy apoyado por la simpatía. ¡Vayamos juntos hacia adelante con el Señor por el bien de la Iglesia y del mundo!
Les imparto con todo mi corazón mi bendición. Gracias y buenas noches».(CdM - RV)
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