Javier Ordovás
“Cuando dos o tres se junten para orar, ahí estoy yo en medio de ellos…”
Tú conoces la llamativa e increíble fobia que los protestantes tienen hacia la intercesión de los santos. Su gran argumento es que el único mediador es Jesucristo; lo que expresado así, simplemente es correcto; sin embargo ellos, como cualquier persona normal no dudan en buscar el apoyo de la oración de petición de otros hermanos en la fe y de su iglesia: ¿no es eso una intercesión? es decir, los vivos si pueden interceder por y con nosotros, sin embargo los difuntos, no pueden interceder junto con nosotros. Aquí está el problema de fondo: no saben qué hacer con el alma de la persona desde que muere hasta el día de la resurrección, piensan que está inactiva, como congelada, y no se imaginan que si hay algo muy vivo, es el alma de cualquier ser humano; el hombre es mortal pero el alma es inmortal.
Todos los santos, no solamente los canonizados expresamente por la Iglesia, son un modelo, en sus muy distintas versiones y vidas, de cómo imitar y seguir a Jesucristo, de ser cristiano. Los santos, por tanto, nos ayudan con el modelo de su vida y colaboran con nosotros en la petición a Dios Padre. Los santos interceden por nosotros a través y por los méritos de Jesucristo, efectivamente el único mediador. Los santos pueden interceder por nosotros precisamente por su unión con Cristo.
El soldado que saluda a la bandera de su país no la está adorando, sino que está haciendo una demostración de respeto a los valores patrios que la bandera representa; de la misma manera que la madre que admira una fotografía de su hijo colgada en la pared está haciendo un acto de amor hacia quien esa imagen representa; lo mismo se puede decir de foto del novio en la cartera o en el celular, o la de la esposa sobre la mesa del despacho. Todo eso son actos de amor y veneración, no de adoración; o en todo caso, una veneración que es compatible con la adoración a Dios porque no le sustituye, como es el caso de la idolatría. Así de sencillo, cuando un católico realiza un acto de veneración respetuosa ante una imagen de un santo o de la Virgen, lo está haciendo a quien esa imagen representa. Esto no impide que una anciana devota, en sus manifestaciones primarias, elementales de piedad pueda explayarse ante la imagen de un santo de forma un tanto ingenua y emocional que algunos, malintencionadamente interpretan como idolatría. En el Antiguo Testamento, Dios que castiga muy duramente los actos de idolatría de su pueblo, en otros momentos, les propone imágenes como la serpiente de bronce, el arca de la alianza y los querubines, como símbolos de sus pactos.(CIC 2129 ss)
Tú conoces la llamativa e increíble fobia que los protestantes tienen hacia la intercesión de los santos. Su gran argumento es que el único mediador es Jesucristo; lo que expresado así, simplemente es correcto; sin embargo ellos, como cualquier persona normal no dudan en buscar el apoyo de la oración de petición de otros hermanos en la fe y de su iglesia: ¿no es eso una intercesión? es decir, los vivos si pueden interceder por y con nosotros, sin embargo los difuntos, no pueden interceder junto con nosotros. Aquí está el problema de fondo: no saben qué hacer con el alma de la persona desde que muere hasta el día de la resurrección, piensan que está inactiva, como congelada, y no se imaginan que si hay algo muy vivo, es el alma de cualquier ser humano; el hombre es mortal pero el alma es inmortal.
Todos los santos, no solamente los canonizados expresamente por la Iglesia, son un modelo, en sus muy distintas versiones y vidas, de cómo imitar y seguir a Jesucristo, de ser cristiano. Los santos, por tanto, nos ayudan con el modelo de su vida y colaboran con nosotros en la petición a Dios Padre. Los santos interceden por nosotros a través y por los méritos de Jesucristo, efectivamente el único mediador. Los santos pueden interceder por nosotros precisamente por su unión con Cristo.
El soldado que saluda a la bandera de su país no la está adorando, sino que está haciendo una demostración de respeto a los valores patrios que la bandera representa; de la misma manera que la madre que admira una fotografía de su hijo colgada en la pared está haciendo un acto de amor hacia quien esa imagen representa; lo mismo se puede decir de foto del novio en la cartera o en el celular, o la de la esposa sobre la mesa del despacho. Todo eso son actos de amor y veneración, no de adoración; o en todo caso, una veneración que es compatible con la adoración a Dios porque no le sustituye, como es el caso de la idolatría. Así de sencillo, cuando un católico realiza un acto de veneración respetuosa ante una imagen de un santo o de la Virgen, lo está haciendo a quien esa imagen representa. Esto no impide que una anciana devota, en sus manifestaciones primarias, elementales de piedad pueda explayarse ante la imagen de un santo de forma un tanto ingenua y emocional que algunos, malintencionadamente interpretan como idolatría. En el Antiguo Testamento, Dios que castiga muy duramente los actos de idolatría de su pueblo, en otros momentos, les propone imágenes como la serpiente de bronce, el arca de la alianza y los querubines, como símbolos de sus pactos.(CIC 2129 ss)
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