El trabajo de la Iglesia en Cádiz y Ceuta con los inmigrantes
Mientras en Madrid unos y otros utilizan el debate migratorio para tirarse los trastos a la cabeza, «aquí enterramos a los muertos y sentimos el dolor de las personas», afirma el obispo de Cádiz y Ceuta, monseñor Rafael Zornoza. Son palabras literales. La Delegación de Migraciones de la diócesis dispone de nichos para dar sepultura digna a quienes mueren tratando de alcanzar el sueño europeo
La Guardia Civil rescata a un subsahariano
en la playa ceutí del Tarajal
«He conocido a decenas de jóvenes que se han hecho cortes inhumanos con las concertinas. Otros están lesionados de por vida, tras sufrir los métodos antidisturbios», unas prácticas «que no son coyunturales de estos días, sino que se han utilizado en muchas ocasiones», afirma don Gabriel Delgado, Secretario diocesano de Migraciones de Cádiz y Ceuta. Este sacerdote lleva trabajando cerca de dos décadas en la frontera, e incluso tiene acogido, desde finales de 2013, a Samuel, un joven de 28 años, camerunés, que perdió un ojo y ha sufrido diversas operaciones en la boca y en la cara por una pelota de goma que le impactó en el rostro. «No vale todo», denuncia el sacerdote. «Con esto, no digo que se deban abrir las fronteras para que pase todo el mundo, pero sí apuesto por que las migraciones sean dignas, y por que haya controles que se sitúen dentro de la justicia», añade.
También el obispo, monseñor Rafael Zornoza, hace hincapié en el dolor que la situación actual está provocando en la Iglesia ceutí. «Aquí enterramos a los muertos, vemos, escuchamos y sentimos el dolor de las personas», señala. De hecho, el Vicario General de Ceuta ha enterrado a varios de los fallecidos de estos días, y desde hace años, el Secretariado de Migraciones es propietario de nichos en diversos cementerios para dar una sepultura digna a aquellos que mueren intentando alcanzar el sueño europeo. «Queremos significar la ternura y el amor de Dios con todos nuestros hermanos, sean de la religión que sean, pedir por ellos y orar para que el paso del Estrecho, algún día, no sea de sufrimiento y muerte, sino de encuentro y amistad», recalca el Secretario de Migraciones.
Aumento de la presión migratoria
Desde 2003, el flujo migratorio había disminuido por «el servicio de vigilancia exterior, el control de las fronteras y los acuerdos con Marruecos», señala don Gabriel; acuerdos que han supuesto que, en muchas ocasiones, la policía marroquí intercepte a los inmigrantes y los lleve hasta la frontera con Argelia, abandonándolos a su suerte en el desierto. Pero los dos últimos años se han vuelto a incrementar los intentos de cruzar a territorio español. El motivo, cuenta el Secretario de Migraciones, «es que los inmigrantes se han distanciado de las mafias, que les cobraban cantidades astronómicas -miles de euros por cabeza- por venir en las zodiacs, por esconderse en camiones o por tener pasaportes falsos. Pero, ahora, cruzan el Estrecho en balsas de plástico que compran ellos mismos, por 300 euros. Algo que es mucho más peligroso». Saltar las vallas en grupo o nadar hasta el Tarajal es otra opción económica, y mortal en ocasiones, «como hemos visto estos días en Melilla», afirma el padre Delgado.
El pasado fin de semana, monseñor Zornoza visitó el Centro Tartessos, de atención a inmigrantes, en Cádiz, y les preguntó a los los jóvenes usuarios por qué salen de sus países, sabiendo que el viaje puede terminar en tragedia. La respuesta que recibió fue: «Es como el que se tira de un edificio en llamas, huimos del infierno».
El incansable trabajo de la Iglesia
Monseñor Zornoza visita el CEI de Tarifa
La Iglesia diocesana de Cádiz y Ceuta lleva, desde la década de los 90, volcada en el trabajo con inmigrantes. «En la primera etapa, que va desde 1993 hasta 2003, nos centramos en facilitar recursos, como pisos y centros de atención primaria, para ayudar a los miles de subsaharianos que llegaban en pateras o escondidos en vehículos», explica el sacerdote don Gabriel Delgado. Los recién llegados tenían quemaduras en la piel, heridas y múltiples lesiones, «y los encontrábamos deambulando por las carreteras, en el monte, o escondidos».
A partir de 2003, el trabajo se reorientó a la atención pastoral y la labor en pos de la integración social. De hecho, el año pasado, comenzó un programa de formación de agentes pastorales en las parroquias: «Aquí la gente es muy sensible con el drama de la inmigración; hay muestras de caridad exquisitas en todas partes», afirma monseñor Zornoza. Otro de los trabajos de la diócesis es «transmitir a los jóvenes, en sus países de origen, que la inmigración clandestina termina muchas veces en la muerte», añade don Gabriel.
Aunque el drama de la inmigración tiene una difícil solución a corto plazo, don Gabriel Delgado propone «mirar lo que ocurre en África. Si seguimos mirando hacia otro lado, aquello seguirá siendo un polvorín». La clave está, para el Secretario de Migraciones, en «apostar por el desarrollo de la democracia y del progreso económico, para que la gente viva con libertad y se pueda acabar con la corrupción».
Cristina Sánchez Aguilar
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