Cuando tengas que corregir a otra persona, hazlo con prudencia. Mírate primero a ti mismo y destierra toda posible animadversión, toda acritud, todo fin interesado. Habla al otro sin ira, sin ganas de ofenderle, con el único interés de ayudarle a crecer y a madurar. Y no te ofendas ni te enfades si no acepta tu corrección.
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