“La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de caridad, porque busca el bien común”. Papa Francisco. Evangelii Gaudium.
Tengo que reconocer a los incondicionales que aún son capaces de leerme, que me sorprendió desde un primer momento esta frase de la Evangelii Gaudium.
La política y los políticos están cada vez más desprestigiados. Todo el movimiento social de estos años tenía como lema “no nos representan”, dirigido a la clase política. Sus motivos tenían: elevados sueldos mientras crecía el desempleo, corrupciones millonarias mientras abundan los sin-techo, malas formas mientras el pueblo aspira a nobleza y limpieza…
Sin embargo el Papa lo llama “altísima vocación”. El ser político es una auténtica vocación de servicio a los demás, de amor al prójimo. Es una llamada a dar un paso, a dejarse ver. A ser hombres o mujeres “públicos”…
Creo que los políticos, la mayoría, merecen un respeto. Rápidamente los juzgamos. No pocos han dejado un trabajo mejor (aunque no sea esto lo que más abunde), o una tranquilidad y privacidad mayor. No creo que sea moralmente aceptable que se les vitupere alegremente como se ha hecho demasiadas veces en los últimos tiempos.
Y para más abundar, he sido testigo de una actitud que conviene reseñar: en los medios eclesiales se ha mirado por encima del hombro algunas veces al cristiano que se introducía en política de una u otra forma. Y creo que es una forma casi de desprecio farisaico, como si se dijera: yo soy el puro, tú el impuro; lo importante es la fe, no la vida; el cielo, no la tierra… Y esto es como una desencarnación, una separación artificial de la fe y la razón, de la fe y la cultura, que en el cristianismo siempre han ido unidas por su esencia misma: Dios toma carne humana, se hace uno de nosotros, y todos los asuntos de la polis no le son ajenos. Dios se hace político por definición.
Es más, Dios se revela en Cristo como Dios político (entendedme), preocupado por la polis y sus asuntos. Que viene a traer la verdadera solución a los problemas del hombre particular y de la sociedad en su conjunto.
No entiendo, de verdad, ese miedo escénico a los asuntos públicos, políticos, y a después de mirarlos con ojos cristianos, transformarlos en Cristo. Ese miedo a trabajar por el Reino de Dios aquí ya en la tierra. Por un Reinado también social de Jesucristo.
Mirad lo que dice al respecto de este miedo escénico el Cardenal Ratzinger, días antes de ser elegido Papa, o sea, cuando sus palabras vislumbraban y fijaban todo un período en la historia de la Iglesia:
“No se debe clericalizar a los laicos. Se piensa que solo los cristianos que gestionan las cosas de la Iglesia son cristianos al cien por cien. El problema está en como el cristiano puede cooperar para que el evangelio sea levadura del mundo”.
Con frecuencia vemos demasiados laicos clericalizados, solo ocupándose de asuntos internos, que por supuesto son necesarios, pero que no son lo propio de nuestra vocación laica. No hace falta ser político. Todo lo humano no nos resultará ajeno.
Una vez un grandísimo sacerdote y párroco me dijo: al final, la Iglesia te mandará a ser catequista, de cáritas o etc., pero más propiamente te enviará a ser medico, profesor, mecánico, o político… ¡cristiano!
Yo a ese cura lo recuerdo cada día y le rezo. Cambió mi vida.
Petrus quîntae
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