Trata de recuperar, poco a poco, la sensibilidad para el trato cotidiano. Sé amable con todos, sé prodigo en saludos y sonrisas, ten siempre en los labios palabras de agradecimiento, cede el paso siempre que te sea posible. A fuerza de ahorrarnos estos pequeños gestos de cortesía estamos convirtiendo nuestro hábitat en un lugar más oscuro, frío e inhóspito, del que nosotros mismos acabamos quejándonos. ¿No será mejor devolverla la luz, el color, la calidez de la sonrisa, la amabilidad y la gratitud?
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