El peor defecto del español no es la envidia. Es su desmedido afán por la exageración. Cuando un español forma parte de un conglomerado humano –o humanoide, como en el caso que nos ocupa–, visceralmente radicalizado, se deja llevar por el desajuste mental y protagoniza solemnes y ridículas majaderías. Tranquilos, que no me propongo escribir de Verstrynge. Bildu ha prohibido en las casetas de las fiestas de Rentería «la homofobia, el racismo y el españolismo». El segundo defecto de los españoles tampoco es la envidia, sino su placer por imponer prohibiciones a troche y moche. Aquí no tiene sentido el «se prohíbe prohibir», sino el «prohíbase con o sin motivo». Y el tercer defecto de los españoles nada tiene que ver con la envidia. No es otro que nuestra incapacidad para intentar conocernos a nosotros mismos. Es decir, la falta de sentido común y de sentido del humor, primos hermanos, para sobrevolarnos y analizarnos detenidamente.
Hay que tomar a broma las prohibiciones de Bildu. Bien está lo de la homofobia, que también es una exageración nada vasca, sino socialdemócrata. Arana, el gran racista, abominaba de los homosexuales y afeminados, y escribió que en España, sólo los toreros se movían con garbo y elegancia, pero con andares femeninos. Es decir, que Bildu le ha prohibido al fantasma de Sabino Arana disfrutar de las fiestas de Rentería, porque era un homófobo del carajo de la vela. Y lo del españolismo, sinceramente, no se puede entender ni cumplir. Porque el españolismo más exagerado y atroz es el que aplican los de Bildu prohibiendo el españolismo. Otra cosa es que el antiespañolismo impere por la moda en las actitudes de los proetarras. Pero ahí también son muy nuestros. Porque el cuarto defecto de los españoles no es la envidia. Es que somos –unos más que otros–, muy burros, y muy sanguinarios.
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