Sucedió en Villaluenga. ¿Dónde si no? Hacía mucho
tiempo que los invitamos a pasar un día con nosotros y las agendas no se ponían
de acuerdo porque los corazones que están unidos por una verdadera y recíproca
amistad siempre lo han estado.
Quedamos hace tres semanas, justamente cuando
todos podíamos y el tiempo empezaba a acompañar sobre todos a los que vienen al
pueblo por vez primera. Siempre digo que a mi me gusta Villaluenga del Rosario
sea la estación del año que sea. Si el otoño es bonito, el invierno lo es aún
más, aunque bastante duro, y la primavera ni te cuento. Lógicamente
comprendemos a nuestros amigos cuando prefieren venir cuando el buen tiempo se
instala porque así se puede disfrutar más y mejor.
Nosotros llegamos antes, sobre las doce del mediodía,
y ellos lo hicieron sobre la una de la tarde. El sitio prefijado para vernos
fue el aparcamiento que está abajo junto a la fábrica de quesos payoyos.
A él lo divisé enseguida admirando una vieja
ermita cerrada al público y a ella no la divisé porque estaba comprando quesos.
Como los dos son personas exquisitas, llenas de un señorío extraordinario nos
obsequiaron con una botella de buen vino. Poco después nos dispusimos para ir a
casa, pues el calor atosigaba cada paso y era mejor esperar a más tarde para
mostrarle “nuestra” Villaluenga del Rosario que no es la misma que se ve cuando
no te la enseña uno de sus vecinos.
Llegamos pronto a casa y al abrir la puerta nos
recibió un agradable frescor. Enseñamos nuestra modesta vivienda que para
nosotros es el mayor de los palacios y nos sentamos un poco para charlar. Acto
seguido nos encaminamos al Casino donde Fernando nos aguardaba y nos había
reservado una mesa para los cuatro.
Opíparos entremeses y comida donde se entrelazaban
un buen queso payoyo, aceitunas, croquetas, como plato principal dos platos de
la exquisita carrillada y uno de gallo empanado que salen de las virtuosas
manos de Ana Belén así como un revuelto de patatas con chorizo que hace
personalmente Fernando. De postre café y copa.
Entre medio una buena conversación, larga e
interesante donde se tocaron todos los temas que nos son importantes y que
tanto nos unen. Fueron cerca de cuatro horas y media charlando entre amigos que
además son hermanos en la fe y en la Caridad. Los cuatro pertenecemos a los
Caballeros Hospitalarios, los cuatro somos propagandistas. Varios carismas en
común ante una sola fe y un servicio permanente a la Santa Madre Iglesia.
Os estoy hablando de dos personas, un matrimonio
ejemplar, unos grandísimos amigos donde la excelencia, la exquisitez, el honor,
el valor de palabra, el saber estar y hacer en todo momento y situación son
parte de sus vidas que, por derecho propio, también de las nuestras.
Agustín Rosety y Mamen Cózar son estos dos buenos
amigos con los que compartimos mesa, mantel, almuerzo, en comunión, una amena,
interesante, prolija y detallada conversación que a Hetepheres y a mí nos hizo
mucho bien así como una visita por mi querido pueblo del que les gustó hasta
las lagartijas.
Después de salir del Casino y despedirnos de
Fernando, de Alex y de los buenos amigos que allí estaban nos dirigimos hacia
el Cementerio por la céntrica calle Real, Plaza Fernando Portillo, calle Torre
hasta llegar a la Iglesia del Salvador en cuyos desvencijados muros acogen a los vecinos del Villaluenga
que ya dejaron este mundo para encontrarse con el Padre. Camposanto bucólico y
lleno de romanticismo. En la trasera del mismo le mostramos, a lo lejos, la
ermita del Calvario y mientras bajamos la empinada cuesta que nos lleva hasta
la Avenida de los Arbolitos nos nutríamos con el sano aire puro y el verdor de
sus paisajes que se convierten en la Obra Creadora de Dios. Mientras Agustín y
Hetepheres hablaban de libros, Mamen y yo lo hacíamos de un tema que nos
apasiona: La fe.
Así llegamos al mirador donde, desde lo alto,
contemplamos el pueblo y su enclave. Nos hicimos una foto en familia, que es lo
que en verdad somos, aunque con el sol de frente parecíamos más orientales que otra cosa. Fotos
y más fotos sin parar de hablar.
Intentamos enseñarle la plaza de toros por dentro
pero estaba cerrada, cosa inusual, y nos volvimos a encaminar para casa donde
sentados en las sillas y sofá nos tomamos los cuatro un generoso vaso de agua
fresca de Villaluenga.
Parecía mentira, el tiempo se fue volando porque
disfrutamos cada segundo de una compañía extraordinaria y al poco los estábamos
acompañando hacia donde tenían aparcado su coche porque tenían que volver.
Nosotros conocemos hace bastante años a Agustín y
a Mamen, nuestro apostolado de propagandistas nos ha unido en innumerables
ocasiones así como los actos que organiza la Real Academia Hispano Americana de
Cádiz de la cual Mamen es su Directora, pero tenemos más vías de apostolados
que nos unen pues tanto Agustín como Mamen son Caballero y Dama Hospitalaria al
igual que Hetepheres y yo. Compartimos el carisma de la Benemérita Institución
como una asociación entregada a la Caridad por medio de la Santa Madre Iglesia
que es lo que nos une a todos los católicos. Dios y Su Esposa: La Iglesia son
lo mismo y uno no puede ir separado de la otra porque si no nuestra fe,
nuestras creencias, el ser y sentirse católicos estaría en entredicho.
En esa idea de vocación de servicio a los demás
por medio de Dios Padre también estamos unidos. Tener como amigos y hermanos a
Agustín Rosety, a Mamen Cozar, a Jaime Rocha, a Paco Súnico, a José Luis
Sancho, Jacobo Súnico, a Manolo Raposo, Felicidad Rodríguez, Vicki Martín-Mateos
así como tantas Damas y Caballeros Hospitalarios es un verdadero honor porque
se tratan de personas entregadas a la Misión de evangelizar estén donde estén
así como ayudar a los más desfavorecidos y necesitados de una cruenta Sociedad
por medio de la Santa Madre Iglesia que es, en definitiva, quien nos une.
Mis queridos amigos:
Con entrañable gusto y recuerdo rememoramos ese
sábado que pasamos juntos y que tanto disfrutamos. Sabéis donde tenéis vuestra
casa en Villaluenga del Rosario, alí encima de las montañas están vuestros
amigos y vuestro pueblo deseando para que volváis y poder disfrutar de vuestra
compañía.
Un fuerte abrazo y os queremos una “pechada”.
Jesús y Hetepheres
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