¡La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!
Cantaba “Gato” Pérez hace ya algunos años. Y sorpresa, desagradable, nos
llevamos mi mujer y yo al conocer realmente a un personaje que quiere ostentar
la dignidad de personalidad pero que no llega. ¡Por su actitudes los
conoceréis!
Ayer noche mi mujer tuvo una llamada telefónica de
un señor, que apenas conocemos, para aclarar unos temas que no tenía claro
respecto a una decisión tomada por nosotros días atrás. Yo no me encontraba en
casa pues estaba en una reunión.
Cuando llegué me encontré a Hetepheres muy triste
y con las lágrimas en los ojos y me contó la, agria y desagradable,
conversación que había mantenido minutos atrás.
Por más que se quieran imponer las ideas, las
formas, los modos si estos se hacen la crítica y el desprecio hacia nuestros
mejores amigos, también familia y hacia nosotros mismos es porque la conciencia
no se tiene limpia y se sabe que está donde está de forma más que discutible.
Ha querido hacer todo “deprisa y corriendo” para acallar toda voz, conciencia o
pensamiento distinto y el resultado no puede haber sido más catastróficos para
sus atravesados intereses porque, al final, le ha explotado en sus propias
manos todo lo que querían que pasara desapercibido.
El tiempo pone a cada uno en su sitio y uno se
acaba enterando de como llegó y qué hizo para estar allí y que gracias a las
buenas conciencias consiguió sus indignos propósitos.
Con este hombre habré hablado en toda mi vida en
tres ocasiones y todas de forma casual. Por su voz salen expresiones inocentes,
llenas de falso recogimiento y piedad aunque mezcla este innsano beaterío
impostado con feroces críticas de personas que no piensan igual que él así como
siembra la duda sobre su honorabilidad. Después vuelve a santurrerío de la
caridad, la fraternidad, las buenas personas y la fe.
Y hablar de fe, de caridad que lleva a la
fraternidad entre las buenas personas no se puede hacer de forma baladí. Uno
que se dice católico y quiere serlo con coherencia no puede permitirse el lujo
de tener un comportamiento inadecuado en la vida, en la familia, con los
demás... La fe, las creencias no forman parte de las armas arrojadizas. Es lo
más importante que tenemos los creyentes, los que defendemos nuestra fe dentro
de la Santa Madre Iglesia y que por ser consecuentes somos, como es el caso,
perseguidos hasta llegar al escarnio. De mí y de mi mujer puede decir lo que
quiera porque nosotros rezamos por usted para que Dios lo guíe ante tanta
ceguera de soberbia y vanidad como transpira aunque tenga cuidado de lo que
dice porque, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César,
nosotros valoramos como queremos nuestro honor, nuestra dignidad, nuestra
familia y si la vemos que pueden ser zaheridas por comentarios que lleven a la
ignominia o la duda no dudaremos de hacer uso de todos los mecanismos legales
para restituir nuestro honor.
Ayer ví a mi mujer dolida por el trato soberbio
rozando una chulería propia de las personas que están inseguras de sí y de lo
que son pues, no olvidemos, que tanto una cosa como otra se han conseguido con
nocturnidad y alevosía.
Llamaste para pedirnos explicaciones y te pudo tu
orgullo, soberbia, despotismo y tu hondo resentimiento y desde aquí te digo que
nos ratificamos punto por punto en la decisión tomada porque creemos y sabemos
que “no eres digno del lugar que ocupas”. Te sobran medallas y te falta
humildad, mansedumbre, fidelidad a lo que dices creer para luego hacer todo lo
contrario. No olvides que el que es verdaderamente GRANDE es el más pequeño y
humilde servidor. El primero debe ser el último.
Dios no se queda con nada de nadie y hace justicia
en la Tierra como en el Cielo y aquel que negare al Señor, en este mundo, El lo
negara delante del Padre allá en Gloria.
En estos momentos cruciales o somos cristianos,
católicos o no lo somos. O defendemos la Iglesia y nos sentimos parte de la
misma o estaremos engañando a propios, extraños y a nosotros mismos.
Dicen que “torres más altas han caído”. Buena y
certera advertencia y más si vamos de la Mano de Jesús, nuestro Salvador, Señor
de Cielos y Tierra, de lo Visible e Invisible y de la Santa Madre Iglesia.
En nuestra casa no admitimos ni toques de
atención, ni advertencias contenidas, ni soberbia chulesca. Mi casa siempre
está abierta a los hombres y mujeres de buena voluntad que tienen un trato
educado y cordial y que son la excelsa expresión de lo que deben ser auténticas
señoras y señores o como se decía antes, damas y caballeros. La educación no
está reñida con la clase social ni con estudios y profesiones. ¡Todo lo
contrario!
En fin, señor mío que sepa usted que a partir de
ahora, cada vez que se dirija a nosotros, le aconsejo que la soberbia, el
despotismo y la chulería se la deja usted en casa.
Jesús Rodríguez Arias
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