jueves, 25 de abril de 2013

EL PSOE, EL ABORTO Y LAS PRESIONES.

Editorial


  • El PSOE no reconoce al niño que ha de nacer derecho alguno, es más, ha defendido la idea de que el embrión humano no es un ser humano. Es fácil entender que no está en condiciones de mantener debate alguno.
    El PSOE parece dispuesto a hacer bandera del inmovilismo en materia de Ley del Aborto. A juzgar por la vehemencia con la que se ha opuesto en las Cortes a cualquier reconsideración de la Ley Zapatero-Aído, da la impresión de que las huestes de Rubalcaba, tan huérfanas de ideas, han encontrado aquí una buena plataforma para transmitir a la sociedad española que ellos, los socialistas, “defienden los derechos”. La pregunta inevitable es a qué derechos se refieren, y aquí hay que elogiar la respuesta del ministro Gallardón, que en el debate parlamentario recordó la doctrina del Constitucional sobre este punto: el derecho de la madre no puede prevalecer incondicionalmente sobre el del nasciturus.
    El problema es que el PSOE, como es bien sabido, no reconoce al niño que ha de nacer derecho alguno; es más, ha defendido la idea de que el embrión humano no es un ser humano. A partir de semejantes presupuestos, simplemente irracionales, es fácil entender que el PSOE no está en condiciones de mantener debate alguno. Como no es posible debatir desde la irracionalidad, el PSOE ha sustituido el debate por la denuncia. ¿Qué se denuncia? La hipotética presión de la Iglesia, transmutada en lobby, para que España se dote de una ley de aborto más razonable. Sería la Iglesia, o más precisamente, los obispos, la mano que mece la cuna de la reforma legal.
    Es curioso, porque el PSOE, cuando hizo su ley, sí trabajó abiertamente al dictado de grupos de presión: los de las clínicas abortistas, que formaron parte de la comisión ministerial convocada por Zapatero. Es decir, para el PSOE, las declaraciones públicas de la Iglesia –y los sectores católicos seglares de toda condición– son “presiones” inconfesables, pero meter a la industria del aborto a hacer una ley del aborto, como los socialistas hicieron, no es presión. ¿Qué es entonces? La desfachatez del PSOE sobre este punto no conoce límites.
    Mientras tanto, el PSOE de Ru-balcaba sigue arrastrando ante la opinión pública su triste estampa de partido a la deriva, vacío de ideas, incapaz de ofrecer soluciones aceptables a la crisis económica –esa crisis que ellos mismos iniciaron–, incapaz también de presentar una alternativa nacional a la crisis del modelo de Estado, enviscado en sombrías querellas por la sucesión del líder y tan desnortado que cree haber hallado un discurso en la “comprensión” hacia los acosos callejeros. Ese es el partido que ahora esgrime la teoría de la conspiración para oponerse a la reforma de la Ley del Aborto. Qué triste.

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