jueves, 20 de diciembre de 2012

RECOMENDACIONES TEATRALES: IMAGINARIUM, EL MUSICAL.




Madrid se colapsa de familias divertidas con las luces navideñas. Miles de niños corretean por la Plaza Mayor, disfrutando de los puestos del tradicional mercadillo y se deleitan con las actuaciones callejeras que proporcionan calidez a las tardes tan frías. Calor también es el que se vive dentro de los teatros, que estos días están volcados en ofrecer espectáculos familiares para vivir la Navidad, también, en la cultura. La crítica de Isidro Catela  enwww.hoyenlacity.com del Musical Imaginarium, en el Teatro Compaq Gran Vía:
Noticia digital (20-XII-2012)

Que los sueños, sueños son es algo que repetimos por obra y gracia de Calderón de la Barca. En ocasiones, sin embargo, la vida es mucho más que un frenesí, una sombra o una ficción, y por lo tanto, los sueños terminan por ser mucho más que sueños. No hay más que entrar por la puerta, grande o pequeña, de una tienda de juguetes que, ¡oh casualidad!, también son mucho más que juguetes.
Imaginarium, el musical es una deliciosa invitación a soñar despiertos. La marca, de origen zaragozano, especializada en el sector de juguetes educativos celebra su vigésimo aniversario con una fiesta para niños y mayores que aún no hayan dejado de ser niños. Nos trasladamos de la tienda al teatro y nos llevamos la imaginación en la mochila para disfrutar como enanos desde el primer minuto. No falta un detalle: todo es azul y mágico en el reino de Muiranigami(Imaginarium al revés, la vida en un espejo como juego permanente que no cesa).
Es el día del estreno y por el photocall desfilan famosos con sus hijos, pasan por las puertas recreadas y recogen su kit de aventuras. Había que ver a Santiago Segura, Marta Robles, Manuel Campo Vidal o Juan Carlos Rivero, entre otros, pertrechados con un sobre, un globo, un trozo de cuerda y un rotulador.
En la fase REM el sueño es frenético. No hay un instante de respiro. Te reciben muchachos y muchachas ataviados con los colores corporativos y enseguida comienzas a perseguir globos gigantes por la platea. A nadie se le ocurre decir «niño, estate quieto que vas a romper algo». Y ese precisamente es el encanto mayor de la fiesta y de los anfitriones.
El sueño más profundo nos lleva al escenario de la mano de peluches tan achuchables como Kico Nico. Las intuiciones son geniales. Hay lluvia de ideas (literalmente hablando), rodillos de la insistencia, porque no vale con tener ideas brillantes, hay que trabajarlas, y globos que se los lleva el viento, después de que cada niño haya pegado su sueño en ellos. Bueno, se los lleva el viento y unos piratas estrafalarios, que pretenden hacer del sueño una enorme pesadilla. A partir de aquí, sobre todo para los mayores, el sueño se torna un poco pesado y mucho menos participativo. No es fácil envolver un caramelo de este tamaño que resulte atractivo para bebés y niños hasta 8 años, la misma franja de edad para la que está pensada la tienda. Pero hay tanta dosis de ternura y buen hacer que uno se olvida pronto de los pequeños desajustes, del bache en el guión o de que han puesto la música demasiado alta y los actores, bailarines y cantantes, se desgañitan para estar a tono.
El despertar es dulce y el musical termina por todo lo alto. Cantamos, bailamos y ponemos nuestro granito de arena para ahuyentar a los monstruos. Los personajes nos dicen, sin complejos, que «si debemos comer para alimentar el cuerpo, también debemos soñar para alimentar nuestro corazón». Es un manifiesto universal. Lo podrían haber firmado los muchachos de mayo del 68 y lo firma, en 2012, una marca que, evidentemente, quiere vender, aunque no a cualquier precio. En este caso, Imaginarium ha optado por llevarse la imaginación al teatro y ha acertado de pleno, porque es una forma espléndida de hablar del poder. Del poder de los sueños.
Isidro Catela

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