viernes, 21 de diciembre de 2012

ALGO HABRÁ QUE HACER; POR JAIME ROCHA.

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          Con mucha frecuencia recibo comentarios a mis artículos, tanto en el blog como en el Diario de Cádiz, de lectores que, muy disconformes con la situación actual de España, se preguntan y me preguntan: ¿Qué se puede hacer?


          A todos les respondo lo mismo, yo tampoco tengo la solución, pero “algo hay que hacer” y con urgencia. El deterioro moral, social y económico de España, requiere una terapia de choque, no un tratamiento a largo plazo con nulos efectos paliativos, todo fiado a un futuro que algunos, entre los que se encuentran quienes optan por el suicidio, no verán.


La situación es muy desesperada y quien no lo vea así es porque tiene la suerte de no tener muy  cerca uno de estos dramas familiares. El país no puede soportar casi seis millones de parados, el veinticinco por ciento de la población activa (es un decir), millón y medio de hogares en los que no hay ingresos, ni siquiera subsidios, y con hijos a los que alimenta la Iglesia Católica a través de sus muchas instituciones, la primera de ellas Caritas.


          Familias mal viviendo de las pensiones de los abuelos, y jóvenes bien preparados emigrando por miles a Alemania, Gran Bretaña o Iberoamérica. 


          Tras la experiencia de Zapatero, sin duda el peor Presidente  de Gobierno de la democracia, y sobre el que no haremos más leña, el Partido Popular logra una mayoría absoluta, más por hartazgo del PSOE que por méritos propios. Rajoy, antes y después de las elecciones, obtiene en las encuestas unas calificaciones de suspenso bajo. No es un líder carismático, no llega al ciudadano y no sabe (aunque bien quisiera) explicar lo que esta haciendo. 


          El Partido Popular, que pecó de prepotencia en Andalucía y terminó perdiendo un gobierno que tenia ganado, sigue, a nivel nacional, con iguales comportamientos: Tengo mayoría absoluta, hago lo que creo que tengo que hacer y prescindo de consensos y acuerdos previos. Gobierno por decreto o mayoría y, quizás dentro de otro año más o año y medio, empecemos a crear empleo (naturalmente poco) y los españoles nos darán la razón.


          No hay tiempo, el tiempo se ha terminado cuando casi un cincuenta por ciento de la población (quizás me quedo corto) mal vive de la caridad y las ayudas. Se cumple un año de gobierno del PP y el balance es:

-        Más paro y peor retribuido.

-        Sigue la incesante destrucción del tejido empresarial, sobre todo en la pequeña y mediana empresa, que son las que generan el noventa por ciento de los puestos de trabajo.

-        Cada día cierran por miles pequeños comercios, casi todos empresas familiares, porque a los españoles de a pie, el poder adquisitivo se les ha reducido drásticamente y la actividad económica está bajo mínimos.

-        Las administraciones publicas: Gobierno Central, Gobiernos Autonómicos, Diputaciones, Mancomunidades y Ayuntamientos no dan  un paso hacia la reducción de duplicidades o triplicidades administrativas, eliminación de los miles de asesores y liberados sindicales o reducciones considerables de sus sueldos, a veces duplicados, y sobre todo de sus complementos.

-        Los partidos políticos, sus fundaciones y sindicatos, continúan recibiendo millonarias subvenciones del dinero de todos los españoles.

-        Algunas cajas y bancos, tras una pésima administración y haber engañado y cobrado intereses de usura a sus clientes, tienen que ser ahora rescatados con dinero que pagaremos durante muchos años.

-        Así y todo, esas entidades bancarias siguen negando préstamos a empresas y particulares y ejecutando desahucios, ahogando las pocas posibilidades de supervivencia de muchas empresas y comercios.

-        Lo que no falta en los presupuestos son gastos en “embajadas” y medidas favorecedoras de las señas de identidad de cada región, junto con recortes en servicios sociales, educación e inversiones productivas o prestamos a empresas.


             Fui gerente de una empresa azulejera a la que la crisis de 1993 había dejado en la situación que encontré a mi llegada: De cuatro hornos instalados, dos apagados por exceso de producción y escasez de ventas. El stock era tan grande que ya no cabía en los amplios almacenes.


          Un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) en tramitación para despedir a 45 empleados de una plantilla de 185, y los sindicatos paralizando la actividad productiva con huelgas y movilizaciones.


          No voy a entrar en aquí en detalles de cómo salimos de esa desesperada situación hasta poner a la empresa en beneficios y, no solo no disminuir la plantilla, sino aumentarla hasta 250 personas, la mayoría con contratos fijos, pero diré la palabra mágica: c o m p e t i t i v i d a d.


           Los bancos no prestaban dinero estando en pérdidas y el dinero es la savia de la empresa, así que hubo que buscarlo reduciendo costes y vendiendo algunos activos poco rentables.


            Se pactó con los sindicatos una “paz social” a cambio de mejoras en las condiciones de trabajo y seguridades de empleo según resultados, es decir, se involucró a toda la plantilla en el nuevo proyecto.


              Se mejoró el producto y los canales de comercialización, nos hicimos más c o m p e t i t i v o s.


              Ahora, en España, siguiendo directrices de la Unión Europea y para poder recibir, llegado el caso, los fondos de ayuda que se precisen, solo se ejecuta una parte del plan, la reducción de costes. La parte más débil de la sociedad soporta, casi en exclusiva, lo más duro, lo menos imaginativo, los recortes del gasto.


                 Nos falta lo más importante, relanzar la actividad económica mediante ayudas directas a pequeñas y medianas empresas, emprendedores, autónomos y todo aquel que sea capaz de generar empleo. Solo así seremos c o m p e t i t i v o s, solo así saldremos de la crisis. Lo peor es que nuestros políticos no parece que lo tengan tan claro.


               La sociedad civil debe exigir a sus representantes medidas en esa dirección, la reducción de tanto gasto inútil y la reactivación de la economía productiva.

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