Un grupo de jóvenes organiza un curso en Madrid con el objetivo de formarse para poder dar razón de su fe ante otros jóvenes en temas tan peliagudos como la pederastia en la Iglesia, la ordenación de mujeres o la eutanasia
Gonzalo Mediano, de 29 años, estaba una noche tomándose una copa en un bar cuando de pronto un amigo le preguntó por los casos de pederastia de la Iglesia. En vez de salir corriendo a la pista de baile para esquivar la pregunta, este joven le dijo a su amigo que son «actos indecentes e indeseados por todos» y que –parafraseando a Benedicto XVI– «un solo sacerdote pederasta es demasiado», pero «que el Papa ha pedido perdón por todos los casos». Y, sin quitarle un ápice de «responsabilidad a los culpables», los casos de «pederastia en la Iglesia son muy concretos» y «han suscitado un desprestigio contra todos los sacerdotes que no merecen ni por asomo».
Lejos de ser una excepción, este tipo de preguntas son muy habituales. Lo que no es tan frecuente es que el católico medio sepa responder a estas cuestiones «y debemos estar preparados para contestarlas», asegura Yago de la Cierva, profesor de comunicación corporativa en el IESE y autor del libro Cómo defender la fe sin levantar la voz (Editorial Palabra). De no ser así, «quizá estemos viviendo la fe de forma impuesta, más que como algo propio, lo que representa uno de los motivos de la rápida descristianización de España». Para De la Cierva la falta de formación de los laicos también ha sido fundamental para la pérdida de la fe en muchos.
Para atajar este problema, un grupo de laicos organiza en Madrid, hasta el 23 de febrero, el curso Catholic Voices. Disfruta comunicando tu fe. Se trata de aprender diferentes técnicas de comunicación que permitan al laico corriente enfrentarse a situaciones como la que vivió Gonzalo Medina en el bar aquella noche. El objetivo es formarse para poder dar razón de la fe en temas a veces tan peliagudos como la pederastia, la ordenación de mujeres, el aborto o la eutanasia.
Defender la fe sin levantar la voz
El manual del curso es precisamente el libro de Yago de la Cierva, escrito en colaboración con el cofundador de Catholic Voices, Austen Ivereigh. La obra presenta el método de la asociación, nacida en Reino Unido en 2010 para formar a laicos que ofrecieran el punto de vista de la Iglesia en los medios de comunicación con motivo de la visita de Benedicto XVI al país.
«La clave del libro [y del curso] es entender que detrás de la inmensa mayoría de las críticas que se lanzan a la Iglesia o a sus valores, cuando se estudian detenidamente, se descubre que hay valores cristianos», asegura el autor. De esta forma, «cada crítica es una oportunidad para presentar el verdadero mensaje de la Iglesia en ese asunto». Y esto sirve para hablar de fe ante los medios de comunicación o, como se busca desde el curso, para hacerlo en una comida familiar donde parece que el tema de la religión es tabú para no levantar ampollas, o ante un grupo de amigos que te preguntan en la barra del bar.
La metodología es muy precisa: escuchar la crítica que se está haciendo. Identificar lo que hay de bueno en esa crítica. Entender que el valor que hay detrás de esa crítica es cristiano. Ofrecer –nunca imponer– nuestro mensaje a partir de ese valor. Por ejemplo, «si te hablan de que con las riquezas de la Iglesia se podría ayudar a muchísimos pobres, lo primero que hay que hacer es escuchar. Fruto de la escucha, nos percatamos de que lo que pretende la crítica es ayudar a los pobres, un valor muy positivo. El tercer paso nos llevaría a entender que ese valor de ayuda al necesitado es cristiano. Es entonces el momento de explicar todo lo que hace la Iglesia por los más necesitados y cómo su magisterio invita a ello constantemente».
Cultura del encuentro
Pero tan importante como el método es la forma de decir las cosas. «Para un cristiano ser amable, cordial o constructivo no es una técnica, no es un maquillaje, sino que forma parte del mensaje. Es llevar a la retórica y a la dialéctica la cultura del encuentro que está proponiendo el Papa», explica el profesor del IESE. La idea es poder defender el matrimonio cristiano entre un hombre y una mujer, defenderlo ante dos personas del mismo sexo que viven felizmente casados y defenderlo sin que se enfaden; y que al final de la conversación «ellos sepan algo que no sabían y vean que realmente sea cual sea su situación la Iglesia los quiere y el Señor los quiere».
Al contrario, «cuando no explicamos bien las cosas, cuando las explicamos desde el fideísmo diciendo “esto es lo que creo pero no sé razonarlo”, o desde planteamientos vitales duros que responden a situaciones de hace 20 años». En esas situaciones «los católicos podemos ser los peores enemigos de la fe», explica De la Cierva. «La gente oye hablar entonces a una persona categórica, hiriente y se separan de ella. Y lo que es peor, se separan de la Iglesia». «Si presentamos la fe y la gente se aleja, pues es mejor que no la presentemos».
Por otro lado, el autor del libro aboga no solo por defender la fe con la palabra, sino también hacerlo con el testimonio de vida. «Hemos llegado a un punto de saturación. Muchísimas personas mienten como cosacos y llega un momento en el que la gente desconfía, desconfía de lo que le dicen». No se desconfía, sin embargo «de las vidas de las personas, del “yo vivo así”». Por eso, «los laicos tenemos que recuperar el liderazgo que nos dio el Concilio Vaticano II», especialmente en los temas de matrimonio, sexualidad, familia… «No tiene sentido, en mi opinión, que para hablar de estos temas las voces de la Iglesia sean sacerdotes u obispos. Un padre o una madre de familia bien formados lo pueden explicar mucho mejor, porque a la formación se le suma la experiencia y el testimonio. Pueden decir “yo vivo esto y a mí me hace feliz”», concluye.
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
Qué responder ante algunas preguntas difíciles
*Ponentes del curso Catholic Voices
«¡Qué machista es la Iglesia que no permite la ordenación de mujeres ni que ocupen cargos de responsabilidad!»
«La ordenación de mujeres es un problema que afecta a la sacramentalidad en la en la Iglesia, y eso algo que el Papa Francisco ya dejó claro en la Evangelii gaudium que no se puede tocar. Sin embargo, él mismo señala que el verdadero problema de fondo es el papel de la mujer en la Iglesia, y no tanto el de la ordenación. En el mundo profesional y en el resto de la sociedad, la incorporación de la mujer a puestos de responsabilidad ha sido muy positiva, pero no está presente en la misma proporción en los núcleos de toma de decisiones de la Iglesia. Es verdad que cada vez hay más mujeres en cargos directivos, como en la sala de prensa, los museos vaticanos y en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, pero aún dista mucho de lo deseable. Creo que más que un problema de machismo, se trata de un problema de clericalismo. No es que no estén presentes las mujeres, sino que están poco presentes los laicos en general. Hay temas neurálgicos como la comunicación o las finanzas, que no requieren para nada del sacramento del orden, y que por la inercia de muchos siglos, son un poco un club clerical».
* Sofía Altimari
«¿Por qué la Iglesia no permite que los curas se casen para resolver el problema de vocaciones que tenéis?»
Los anglicanos y los ortodoxos se casan, y tienen el mismo desafío vocacional. En la tradición católica, el celibato sacerdotal se considera un don de Dios que acompaña a esa llamada. El sacerdocio no es una profesión, sino una vocación. Hay un motivo de imitación a Cristo, que no se casó para poder darse al cien por cien a todos sus hermanos. Entender el celibato solo como una renuncia al sexo y a formar una familia es vaciarlo de contenido. Su sentido es precisamente facilitar un amor exclusivo a Dios, y una entrega total a los demás.
* Jesús Juan Pardo
Escribes un tuit sobre la Iglesia y un usuario rebotado te acusa de carca y de seguir a una institución medieval…
Me replantearía si el tuit que he escrito era carca. Pienso que los cristianos debemos tener la inteligencia y la prudencia de publicar contenido que, tanto por el fondo como por la forma, aporte alguna solución o resulte útil para entablar una conversación. El tono y el estilo también es relevante. El mensaje cristiano se debe inculturizar para aprovechar lo mejor de cada lugar y época.
Antes de contestar también vería si es posible entablar un diálogo con él. En caso afirmativo, creo que –sin ingenuidad– se puede preguntar por qué le ha resultado carca, o por qué piensa que la Iglesia es medieval. Si escuchas a la gente se puede inferir cuál es su punto de partida o los prejuicios en los que se apoya. Así es posible contestarle adecuando el mensaje cristiano al marco a través del cual ve la realidad. Y, posteriormente, podemos mostrarle las diversas facetas de la Iglesia, en función de lo que a él le pueda interesar más. Y hacerlo con argumentos que se apoyen en valores universales, aprovechando el humor, sin enfadarse y mostrándose a aceptar –o al menos a tener en cuenta– las ideas de esa persona, de la que probablemente podamos aprender muchas cosas.
* Rafael Martín Aguado
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