Hoy no llueve en Villaluenga, hoy se llora...
Hoy un día de nubes bajas que no es que se coman la montaña sino que se traga al pueblo entero, hoy llueve, hace frío y viento, hoy es un día desapacible, rudo, recio, hoy es uno de esos días para estar junto a la chimenea o frente a la televisión con la copa de picón calentando los pies, hoy es un día de negro luto, de emocionados recuerdos, de tristeza que desgarra...
Hoy ha muerto Diego Franco y Villaluenga llora tan simple como eso.
Hoy no me salen las palabras, cosa rara en mí, porque su muerte me ha calado en lo más hondo del alma, su muerte, y permitidme la licencia, me ha dejado también un poco más huérfano.
Diego Franco, gran patriarca de una inmejorable Familia, era un hombre bueno y justo, de medidas palabras y de hacer las cosas desde ese corazón que hoy ha dejado de latir. Un señor, un caballero, de los pies a la cabeza que junto a su mujer Ana criaron a sus hijos y sus nietos dentro de unos valores, de unos principios, de unas virtudes y de una Fe que se mantendrán como pilares de sus vidas además de ser la mejor de las herencias que uno puede dejar.
Diego ha muerto en Paz y ya descansa junto a Ana su mujer en los verdes prados del Caíllo eterno. Ya ha visto a Padre Jesús y la Santísima Virgen del Rosario lo ha cogido de la mano para llevarlo a esa casa que se llama eternidad. Dicen que nada más llegar también ha ido a su encuentro José Miguel Calle que está disponible para todos los payoyos que habitan en el Cielo.
Hace poco más de tres años le dedicaba un artículo aquí en este medio y esta tribuna a modo de carta abierta en la que abría literalmente mi corazón y hoy escribo estas palabras que son más limitadas aunque más hondas, más sencillas pero más profundas.
Diego siempre nos abrió sus brazos y su casa haciéndola sentir muy nuestra. Junto a Diego también Ana, su querida esposa, sus hijos Ana Mari, Diego y Victoria y sus nietos Diego y Gabriel que pueden estar orgullosos de llevar a gala esa clase de bonhomía, de sabiduría, de humildad y de categoría personal que atesoró hasta el último instante de su vida el bueno de Diego Franco.
Todavía no soy consciente del vacío que supondrá para toda Villaluenga del Rosario la ausencia de este ejemplar vecino que la sirvió siempre y trabajó tanto por ella. Todavía no soy consciente del vacío que se notará ese primer banco del lateral izquierdo de nuestra Iglesia de San Miguel Arcángel donde él se sentaba cada vez que iba a Misa que era siempre que le permitía su salud resquebrajada en los últimos años.
Todavía no soy consciente del vacío que inundará mi alma cuando en el momento de dar la Paz en la Eucaristía no le dé ese abrazo, ese beso, fuerte y prolongado mientras me preguntaba como estaba, me decía que estaba por mí preocupado pues hacía tiempo no me veía...
Todavía no soy consciente del vacío que supondrá el no verlo sentado frente a la televisión, en el salón de su casa que cada mañana se convierte en comedor, sentadito calentándose en la copa de picón.
Todavía no soy consciente del gran poso de bondad que me transmitía con cada gesto, con cada palabra, con cada silencio.
Todavía no soy consciente porque no puedo serlo de que ya no veré más la entrañable figura de mi querido Diego Franco.
Desde que muriera su mujer se le veía más cansado, desde que muriera su Ana se le vinieron los años encima y los achaques junto a los males se le acrecentaron y aun así siguió luchando para vivir cada instante para servir a Dios al que amaba sin fisura así como a sus hijos, sus nietos, sus vecinos y todos los que a él se acercaban. Pienso que desde que muriera Ana, su mujer, anhelaba reunirse con la persona que fue su felicidad y que tanto lloró desde ese silencio suyo tan característico.
Hoy se nos ha muerto Diego Franco, al que he querido y quiero, he admirado y admiro, he sentido y siento como mío. Sí, hoy ha muerto y ya descansa en Paz.
Quiero transmitir mis sentimientos de pesar hacia sus hijos Ana Mari, Diego y Victoria, sus nietos Diego y Gabriel, su Familia, amigos y todo este bendito pueblo de Villaluenga del Rosario y lo hago con los ojos inundados en lágrimas y lo hago con esa clase de profundo dolor de sentir como salen del corazón jirones de la misma piel.
Os diré lo que sentí cuando murió mi madre María del Carmen el pasado mes de julio: "No estad tristes sino contentos porque Dios ha sido generoso con nosotros pues nos regaló a Diego que hoy, precisamente hoy, ha muerto en Paz".
Si, hoy no llueve en Villaluenga del Rosario, hoy aquí se llora...
Recibid todos un abrazo con sabor a eternidad,
Jesús Rodríguez Arias
Esta fotografía me la cedió su nieto Gabriel Franco Benítez para que ilustrara aquella carta abierta que le dirigiera a su abuelo Diego aquél 28 de enero de 2015.
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