Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:- «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»
II. Compartimos la Palabra
Los gentiles reciben el Espíritu igual que nosotros
El vino nuevo busca los odres nuevos de la gentilidad, pues era necesario rebasar los estrechos muros que el judaísmo había levantado con sus muchas prácticas religiosas. Los discursos de Pedro y Santiago, en este caso, son exponentes de la gracia de Dios en el largo camino de la conversión de los gentiles. Y aunque suene a obvio, bueno es proclamar de nuevo que el Dios de Jesucristo no hace distinción alguna entre gentiles y judíos, por más que se quiera reivindicar la razón histórica de tal distinción. La salvación nos es dada por la vida entregada de Jesús, ál que Dios Padre resucitó por nosotros, no por los supuestos méritos adquiridos en el cumplimiento religioso de preceptos y ritos. Pero la convivencia diaria de unos con otros, llevan a Santiago a imponer algunas mínimas condiciones, cuatro cláusulas rituales, con el fin de garantizar la adecuada coexistencia. Los gentiles, liberados del peso de la Ley y de la circuncisión, pueden incorporarse a la comunidad de seguidores de Jesús y, sin cargas innecesarias, pueden compartir con los hermanos la gracia de Cristo. Preciosa muestra de diálogo, tolerancia y apertura de la comunidad de hermanos.
Permaneced en mi amor
Estas breves palabras nos presentan un impresionante juego de reflejos, trenzado de irisaciones, que nos trasladan el impresionante hecho de que el amor de Jesús de Nazaret por los suyos, los que escogió un día para ser pescadores de hombres, brota del amor que fluye entre el Padre y el Hijo. Amor que reclama con inmediatez una respuesta libre y abierta, la de observar el mandamiento fundamental de la misma manera que Él ha guardado los del Padre. No deja de ser un privilegio para todo discípulo del Maestro que, por el hecho de seguir a Jesús de Galilea, amplía la comunión amorosa existente entre el Padre y el Hijo. Sabroso misterio de comunión: seguir a Jesús, rastrear las huellas de su evangelio en nuestro mundo y comunidades es un seguro de alegría, razón de fortaleza martirial y, al tiempo, serena apuesta por la vida creyente, reflejo teologal del mucho amor que Dios prodiga con sus hijos y con nuestro mundo.
Memoria de Atanasio, obispo de Alejandría, quien sufrió el destierro en notable parte de su largo episcopado, lo que no le impidió testificar su fe en Cristo Jesús.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Convento de San Jacinto (Sevilla)
No hay comentarios:
Publicar un comentario