2013-05-28 Radio Vaticana
(RV).- Con motivo de la Festividad del Corpus Christi, la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española ha escrito un mensaje en el que los obispos ponen el acento sobre la caridad. “La perfección del cristiano -dicen- está en amar”. La perfección de Dios se manifiesta en su amor: por eso, después de lavar los pies a sus discípulos, dice: “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.
“La Iglesia -explica el episcopado español- ha de predicar siempre a Jesucristo en quien y por quien se hace presente el Reino de Dios”. Por eso “toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano: busca su evangelización mediante la palabra y los sacramentos…y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. Por tanto, el amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres”.
En consecuencia, la Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra”. “Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”. Y este ejercicio de la caridad de la Iglesia no está reservado a algunos especialmente capacitados y dedicados a este servicio, advierten los obispos. Es un deber de todos y cada uno de los bautizados. El amor a Dios y al prójimo son inseparables. Quien ama a Dios no puede olvidar el amor al prójimo.
La Conferencia Episcopal española señala que, en el Año de la Fe, es muy oportuna la reflexión acerca del mandato del amor fraterno, porque este no resulta plenamente lógico desde perspectivas simplemente humanas. Sin fe no es posible descubrir en el hermano doliente y necesitado, su esencial condición de imagen y semejanza de Dios y, por tanto, el rostro de Jesucristo. La caridad exige de nosotros una constante conversión que nos permita vencer todo egoísmo y olvido de los demás, y asumir la entrega generosa de lo que somos y tenemos. Debemos aprovechar, pues, el Año de la Fe como una oportunidad providencial para intensificar el testimonio de la caridad.
Tres son los incentivos para el ejercicio de la caridad que proponen los obispos. El Año de la Fe; la celebración de la Eucaristía en la fiesta del Corpus Christi; y el aniversario del Concilio Vaticano II, especialmente explícito en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo, han de constituir un motivo especial de reflexión, de conversión y de proyectos personales y comunitarios ordenados al mejor ejercicio de la caridad con los necesitados.
ER RV
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