«Todos haremos fiesta juntos»
Hoy es Jueves Santo para miles de católicos de Oriente Próximo. De forma cada vez más generalizada, católicos y ortodoxos celebran juntos la Semana Santa para dar testimonio común del Señor resucitado en medio de no pocas dificultades. Los comunidades cristianas de la región esperan que la iniciativa algún día se extienda a la Iglesia univeral
Un momento de la celebración de la Semana Santa en Jerusalén
Este domingo, la mayoría de las Iglesias ortodoxas del mundo celebrarán la Pascua. Su año litúrgico sigue el calendario juliano, que, en el siglo XVI, fue sustituido por el gregoriano, que sigue la Iglesia católica. Por este motivo, ambas confesiones celebran la Navidad siempre en fechas distintas y, casi todos los años, también la Pascua.
Pero, en cada vez más lugares de Oriente Medio, católicos y ortodoxos celebran juntos la Navidad -en la fecha católica- y la Pascua -en la ortodoxa-. El primer paso se dio en Antakya, la Antioquía de Siria de los Hechos de los Apóstoles. En esta ciudad turca, hay mil cristianos entre 200.000 habitantes, y sólo 70 son católicos. Cuando el padre capuchino Domenico Bertogli llegó allí en 1987, le sorprendió el desinterés mutuo entre católicos y ortodoxos. A esta preocupación ecuménica, se le sumó otra más práctica: «A la Iglesia católica venían muchos jóvenes ortodoxos, y hubo varios matrimonios mixtos». Para ellos, tener dos Pascuas implicaba que el cónyuge ortodoxo debía mantener la prácticas penitenciales de Cuaresma -más exigentes que las católicas-, mientras el católico festejaba la Pascua.
«De aquí nació la idea de celebrar la Pascua según el calendario de las Iglesias orientales separadas». En 1988 obtuvieron de Roma el permiso para comenzar esta experiencia ad experimentum. No se trata sólo de coincidir en las fechas: «Otra cosa muy importante y nueva es que la Iglesia católica ha reestablecido la Vigilia Pascual, que comienza hacia medianoche y se prolonga hasta la mañana. Termina con un ágape, y en seguida, al amanecer, se participa en el anuncio de la Resurrección, en la Iglesia ortodoxa». Así, dentro de unos días, «todos los cristianos haremos fiesta juntos, dando al mundo musulmán un testimonio de amor y unidad que antes no existía». Este primer gesto de comunión, además, ha sido el origen de otros, como una labor caritativa conjunta.
El padre Bertogli reconoce que, al principio, tuvieron dificultades para el cambio de fechas, y otras comunidades católicas de Turquía criticaron su claudicación ante los ortodoxos. Pero al final prosperó, y ha crecido el interés por «esta bellísima iniciativa ecuménica», que cumple ahora 25 años.
Una meta para toda la Iglesia
En 2010, los Lineamenta para el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio reconocían que «el gran deseo de los fieles de todos los países de Medio Oriente es ser capaces, en algún momento, de celebrar juntos» la Pascua y la Navidad. Se reconocían obstáculos insuperables, pero esta meta quedó incluida en las propuestas finales; y la visita de Benedicto XVI al Líbano en septiembre pasado le dio impulso -explica fray Teodoro López, del Centro Tierra Santa, de Madrid-. Este año, en gran parte de Oriente Medio, las distintas confesiones se pusieron de acuerdo para generalizar una práctica que ya se vivía, desde hace tiempo, en algunas comunidades aisladas. Así ha sido, por ejemplo, en casi toda Tierra Santa, salvo en sitios concretos, como el Santo Sepulcro de Jerusalén, para atender a los peregrinos que, en la Semana Santa católica, lo visitaban. Se trata de un paso más para que, como espera el padre Bertogli, «esta iniciativa pueda llegar a toda la Iglesia universal».
María Martínez López
Una Iglesia mártir, que vive «a la luz de la Pascua»
En Oriente Medio, el ecumenismo se vive día a día, a través de pequeños o grandes gestos que acompañan al diálogo teológico. El hecho de ser minoría, las dificultades materiales a las que hacen frente y la situación de inseguridad o de persecución abierta han ayudado a dar vida a un ecumenismo que se construye sobre la labor asistencial y el martirio compartido. El ejemplo más reciente es Siria, donde los cristianos ortodoxos celebraron hace unos días el Domingo de Ramos con lazos negros adornando sus velas. Era un signo de luto por la situación del país y por el secuestro de dos de sus obispos, mientras ayudaban a víctimas de la guerra. Toda la Iglesia católica -desde el Papa hasta el cardenal Timothy Dolan, Presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos- ha sentido como propio el ataque.
Otra muestra es Egipto, donde, de forma paralela a la tensión con los musulmanes, aumenta el acuerdo entre las Iglesias cristianas -ha explicado el padre Greiche, portavoz de la Conferencia Episcopal Egipcia-. Ayuda la elección, en noviembre pasado, del Patriarca copto ortodoxo Teodoro II, que «ha transformado completamente la atmósfera. Por ejemplo, participó en la entronización del nuevo Patriarca copto católico, algo que nunca había ocurrido. Pero, sobre todo, pretende visitar al Papa Francisco, en mayo. Eso ha sido un gran cambio». De hace más tiempo viene el ejemplo de Iraq, donde la unidad entre cristianos pretende ser un germen de comunión también con los musulmanes. Muestra de ello es el plan de reconciliación nacional que, en Semana Santa, diversos líderes cristianos presentaron al Gobierno. «Nuestra Iglesia -afirmó pocos días después el Patriarca caldeo, monseñor Luis Rafael I Sako, durante un homenaje a los mártires del atentado contra la catedral de Bagdad, en octubre de 2010- está marcada con el signo de la Pascua. No se debe cerrar en sí misma, en sus problemas, sino entender que su conciencia la invita a cambiar la realidad y el sufrimiento a la luz de la Pascua».
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