martes, 23 de abril de 2013

DESDE VILLALUENGA.




Gracias a Dios nos habían advertido la semana pasada que la carretera entre Ubrique y Benaocaz la cortarían sobre las doce y media del mediodía debido a la celebración de un rally durante el fin de semana. El sábado la cortaron hasta las diez de la noche y el domingo lo estuvo toda la mañana hasta cerca de las tres de la tarde.

Partímos temprano, sobre las diez y media, todo fue tranquilo hasta que llegamos al punto álgido que estaba muy concurrido de público, algunos poniendo en peligro su propia integridad, y en poco tiempo nos quitamos ese tramo kilométrico. Cuando llegamos al pueblo de Benaocaz la paz volvió a la carretera y así hasta llegar a Villaluenga del Rosario que estaba más bonita, más guapa. Se vé que a mi querido pueblo le sienta bien la primavera. Sería por el rally, la carretera cortada o lo que fuera, el pueblo estaba tranquilio y solo nos encontrábamos los “del lugar”.

Cuando llegamos a casa, lo de siempre, desembarco de cosas y aparcare el coche. Mientras Hetepheres hacía esto último yo me ocupaba de organizar las cosas que nos habíamos traído de Jerez, abrir las ventanas, airear la casa. Pusimos nuestra televisión porque la de la casa no se ve bien y nos dispusimos a descansar y “reponer” fuerzas con un refresco de cola helado y una generosa copa de oloroso seco. Leímos un poco y vimos la televisión para después acercarnos a “La Covacha” pues queríamos comprar algunas cositas. Entre estas una botella de manzanilla de Sanlucar  de la Bodega “Delgado Zuleta” pues ese fue el sitio donde celebró una amiga nuestra su boda hace quince días.

Vuelta a casa y entre charla, risas, lectura agradable pasaron las horas. En el patio hacía algo de calor para sentarnos allí con lo que decidimos quedarnos dentro de la casa. Sobre las tres de la tarde cerramos nuestra puerta y nos encaminamos al Casino para almorzar. Decidimos el hacerlo en la terraza que tienen en la Alameda. Cobijado bajo los árboles estábamos varias mesas. En una de las misma Charo Oliva y su familia, en la puerta misma de Casino dos parejas. Nuestros vecinos pasaban y nos saludaban con cariño.

Fue un agradable almuerzo en el fresco de los árboles de la céntrica plaza de nuestro pueblo. Antes saludamos a Ana Belén, mujer de Fernando, de cuyas manos salen la mejor ensaladilla que he probado en muchos años y, precisamente, una buena tapa de ensaladilla junto a un suculento plato combinado fue nuestro almuerzo. De postre; un helado para Hetepheres y una copa de licor de hierbas, para bajar la opípara comida, para mí.

Mientras almorzábamos vino Alex y estuvo charlando con nosotros y cuando nos íbamos lo estuvimos haciendo con Juande y Rubi. Ellos, también, se marchaban en breve pues a las seis de la tarde empezaba el partido del Real Madrid y a las ocho continuaba con el Barcelona. Quedé con Juande en ir un rato por la noche si no me encontraba muy cansado pues la semana había sido muy intensa y me encontraba extenuado así como bastante fastidiado de una contratuctura que me coje toda la espalda, el trapecio, el cuello y las cervicales. Fue llegar a casa, sentarme y dormir una plácida siesta mientras Hetepheres se salía al patio para leer un rato. Soy de los que tienen el sueño bastante profundo y por no darme cuenta ni me enteré que habían estado charlando Elena y mi mujer afuera.

Sobre las seis me desperté, me costó el hacerlo pues la siesta es de esas que te deja un buen regusto en la boca, una sensación similar al paladar de una buena copa de vino. Me levanté y me dispuse a ponerme las botas de senderismo así como la sinuosa operación de ponerme las lentillas. Gracias a Dios esta última se hizo bastante rápida y sin molestias alguna.

Cogimos el coche para llegar, sin demasiados esfuerzos, hasta el Puerto de las Viñas y, una vez superada la empinada cuesta que lleva hasta allí, nos dispusimos a darnos una buena caminata por un sendero muy poco conocido, que solo está transitado por las gentes del lugar. Fueron más de dos horas y media de caminata, de charla, de observaciones. En este tipo de paseo en medio de la naturaleza te da tiempo de todo de analizar muchas cosas y compartir muchas otras. No nos encontramos con nadie, como suele ser normal, tan solo alguna vaca, cabras payoyas y una piara de marranos. Sonido de agua de muchos riachuelos con agua cristalina proveniente de la montaña cuyo tintineo se escuchaba desde lejos hasta producir un estado de inmensa tranquilidad y paz interior.

El camino de ida todo es bajada con lo cual a la vuelta, cuando ya el cansancio va atenazando todos los músculos, te encuentras con una subida constante que muchas veces se te hacen eternos los pasos. Cometimos un error de principiantes: No llevamos una botella de agua y la sed había hecho presencia en nuestros cuerpos cada vez más desgastados por el esfuerzo físico y por el calor que teníamos aunque la temperatura era más que agradable. En uno de esos riachuelos donde un hilo de agua pura caía entre piedras formando una preciosa y romántica cascada nos dispusimos a beber el precioso líquido que tanto necesitaban nuestros cuerpos. Un agua fresca, limpia, llena de pureza calmó la sequedad de nuestras bocas e hizo que pudiésemos seguir nuestro camino.

En medio de ese frondoso paraje natural nos encontramos con nuestros vecinos: Juanjo y su hijo estaban también dando una vuelta. Nos paramos, charlamos un pocos y seguimos hacia nuestros destinos: Ellos íban de ida y nosotros de vuelta.

Cuando llegamos al coche el sudor nos impregnaba todos los poros del cuerpo y la camiseta estaba medio empapada. Volvimos a coger rumbo al pueblo para dejar el coche en el sitio de costumbre. El trecho hasta llegar a casa se nos hizo eterno pues habíamos caminado muchos kilómetros. Ver la cancela abierta, como es normal en el pueblo, divisar nuestro apetecible patio y abrir la puerta de casa apareció en nuestros ojos como un paisaje idílico. En un santiamén  nos habíamos duchado, cambiado de ropa, de calzado y nos encontrábamos sentados en el patio terminando de leer el periódico para empezar con mi tema de investigación. Hasta tres vasos de fresca agua de Villaluenga nos bebimos Hetepheres y yo para después continuar, por mi parte, con una buena copa de brandy.

En ese justo momento nos visitó Juanjo, nuestro vecino, por si podíamos darle un poco de vino blanco para la cena. Le ofrecimos media botella de mosto que teníamos, se la regalamos, pues a él le gusta más que a nosotros. Nos quedamos charlando y riéndonos largo rato en el patio hasta que a eso de poco más de las nueve y media nos dejó. Hetepheres también lo hizo porque quería ver la serie del “Comisario Montalbano” así que me quedé yo solo sentado en el patio junto a la mesa que contenía el buen brandy y el libro que me tiene absorto del tema de investigación que desarrollo desde hace más de una década. Más de dos horas estuve leyendo, rezando, disfrutando de la hermosa noche primaveral, la Sierra del “Caillo” perdía su silueta ante la oscuridad que me cobijaba y en el cielo un solitario lucero alumbraba mis sueños e imaginación. Al fondo leves ruídos de una guitarra, alguien cantando flamenco del bueno, el sonido de la televisión que se callaban al unísono para dar paso al silencio más acogedor, el silencio que transporta el alma a otras dimensiones donde la paz, la tranquilidad y la armonía interior se puede llegar a tocar. En medio de la noche, en el pueblo más bonito del mundo, en medio de la oscuridad solo rota por la fugaz luz de ese solitario lucero, Dios se hace presente en mi vida porque de Él sale todo lo que estoy viendo, disfrutando y percibiendo.

Lentamente pasan las hojas. Los datos y enseñanzas se multiplican a cada sorbo del buen brandy que se acaba muy poco a poco. Ese tipo de tranquilidad, de silencio interior, de profunda serenidad existe y no es tan difícil de conseguir, creo que tan solo es necesario que nosotros queramos hacerlo.

En este estado de meditación y de profunda reflexión espiritual donde la paz inundaba cada poro de mi piel puedo decir, aunque resulte extraño, que no echaba de menos el magno e histórico acontecimiento del Vía Lucis que durante toda la tarde se estaba celebrando de forma brillante en las calles de Jerez. Soy cofrade, lo seré siempre, aunque ahora estoy en una etapa de mi vida que busco la paz y la tranquilidad que me da Dios alejado del mundo donde encontrarme con Él es más fácil pues estoy rodeado de Su Obra Creadora. Poner kilómetros de por medio para alejarme del bullicio para encontrarme con el Señor en medio de la soledad es una auténtica experiencia de vida que a todos les recomiendo y que yo, gracias a Dios, he podido conseguir en Villaluenga del Rosario.

Sobre las doce menos veinte de la madrugada, cuando escuché la música de final de la serie, entré en casa, me puse el pijama y nos dispusimos a cenar algo muy ligerito pues la comida había sido tan contundente que no se nos apetecía nada.

Mientras vimos un interesante reportaje sobre el problema de la obesidad en Estados Unidos para después acostarnos donde intentamos seguir leyendo, empresa harto difícil porque el sueño nos venció a eso de la una menos cuarto de la madrugada.

Un plácido sueño inundó todo y no escuchamos ni las primeras campanas de la Iglesia. Cuando me desperté miré el móvil, pues nunca llevo reloj, y le pregunté a mi mujer si sabía la hora que era. Cuando le dije que las nueve y media de un salto se levantó pues teníamos que desayunar para ir a Misa. Duchita rápida, vestirnos y pusimos camino del Casino que no se encontraba abierto y como no podíamos esperar nos fuimos a “La Posada”. Allí estaba nuestro amigo Berna, al cual nos dio mucha alegría el verlo. Dos buenas rebanadas de pan, un té con hielo y un café en vaso de tubo fue nuestro reconstituyente matutino. Mientras desayunábamos conversamos con Berna con el que siempre es una alegría charlar.

Esta vez no vimos a Mª Jesús Alberto, su directora, la cual sé que es una incondicional de estos post y a la que debemos, con su generosidad y el cariño que pone en todo lo que hace, que nos enamoráramos de Villaluenga allá por septiembre del pasado año. Un beso Mª Jesús, esperamos verte muy pronto.

Faltaban escasos cinco minutos para que comenzara la Eucaristía cuando salimos del hotel. Al llegar nos encontramos con Andrés Sepúlveda y su esposa así como a Charo Román y otros feligreses. Cuando entramos en el interior del Templo estaba bastante lleno porque había un grupo de Scauts de la Parroquia de la Virgen de los Dolores de Jerez de la Frontera. Un grupo muy numeroso que habían ocupado  casi todos los bancos. Delante nuestra estaba uno de los encargados y le pedimos que dejaran las tres primeras filas libres para los feligreses del pueblo porque cuando llegaban se encontraban con todo cogido. Dicho y hecho. Así todos los asiduos a la Santa Misa pudieron ocupar sus sitios de siempre y disfrutar de la Eucaristía como ellos están acostumbrados.

Una vez concluída la Misa, tras saludar a nuestros amigos y fieles feligreses, nos marchamos de nuevo para casa. En la puerta de la suya estaba Juanjo pintando la fachada y mientras yo me cambiaba de zapatos, Hetepheres se quedó charlando con él. Cuando salí nos enseñó su casa. ¡Qué preciosidad de casa rústica de pueblo! Al entrar allí el tiempo se detiene. El cuidado para sacar a la luz la verdadera historia de esa casa es cosa de un alma libre y también de un bohemio con un gusto exquisito.

Al finalizar la visita nos dispusimos a dar una breve caminata hasta el Calvario. Siempre me ha gustado esta Ermita, pero le guardo especial cariño desde el pasado Viernes Santo cuando, en procesión, acompañábamos a Jesús Yacente en Su Santo Entierro en medio de una niebla inmensa y penetrante lluvia. Allí los que estábamos junto al Señor éramos los del pueblo, los incondicionales, los que nos gusta todo lo que tenga que ver con las cosas de esta bendita tierra.

Las circunstancias fueron muy diferentes a la del Viernes Santo pues el calor, los luminosos rayos de sol y unas vistas esplendorosas se habían hecho hueco. Divisar el pueblo, la sierra del Caíllo, las montañas y los verdes prados desde allí es un ejercicio muy reconmendable para corazones que se embelesan con lo auténticamente bello y hermoso.

De vuelta atravesamos el pueblo y nos dispusimos para casa. Nuestra intención era pasar las primeras horas de la tarde, eran poco menos de la una, en el patio junto a un refresco, una copa de manzanilla bien fría y un platito con algunas patatas fritas a modo de aperitivo. Poco antes le dijimos a Juanjo que si quería compartir con nosotros un ratito y así lo hizo. Le puse un plato de rico queso del pueblo y una copa de oloroso seco de Jerez y empezamos una muy buena conversación-tertulia que duró más de dos horas. ¡Qué pronto se nos hizo tarde! Cuando quisimos darnos cuenta era la hora de comer. Él se fue a su casa pues su hijo lo esperaba y nosotros entramos para hacer lo mismo. Comida rápida porque entre la tapita de queso, las patatas y la manzanilla y el refresco se nos habían pasado las ganas de comer.

Cómo Hetepheres y Conchi tenía que estar en El Puerto de Santa María a las ocho de la tarde, poco después de almorzar, no había dado las cinco, nos dispusimos para volver a Jerez.

Siempre que nos vamos de Villaluenga del Rosario para volver a la cotidianidad que no quiere decir que sea lo mejor para nosotros y nuestras vidas, se quedan parte de nuestros corazones, de nuestro ser entre las calles, los caminos, los montes y en la impresionante Sierra del “Caíllo” porque se niegan a retornar a un mundo que no les comprenden ni queremos comprender. Somos de pueblo, queremos a nuestro pueblo, amamos a Villaluenga del Rosario.

Decía un anuncio: “¡Déjate enamorar por un pueblo”! Yo modificaría y digo: “¡Déjate enamorar por Villaluenga del Rosario!”. ¡No te desfraudará!

Recibid mis queridos amigos un fuerte abrazo,

Jesús Rodríguez Arias

Nota: En los próximos días publicaré la galería fotográfica relacionada con este post.


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