Muchas veces nos encontramos con comentarios, que no se alejan mucho de la realidad, demasiado rigurosos y otras que solo buscan el ataque, el insulto y el menosprecio más absoluto. Otras veces los mismos cofrades hemos hechos aportaciones redundando en la necesidad de buscar nuevos espacios para desarrollar nuestro importante y vital apostolado en el marco de la Nueva Evangelización que nos demanda la Iglesia y otras veces hemos de tener precaución en no caer en un anticlericalismo que nos perjudica, no solo como Institución sino como creyentes, y nos desprestigia en demasía.
Hoy, desde este medio, quiero defender el importante papel de las Hermandades y Cofradía en la Santa Madre Iglesia. El Apostolado Cofrade es una fuente viva que hay que cuidar y mimar porque por ella entran muchos jóvenes, hombres y mujeres, en la Iglesia Católica. Como respondía hace poco tiempo Monseñor Munilla a una, acertada, pregunta; "En Andalucía y en otros pueblos de España donde existen las Hermandades y Cofradía, el desarraigo con la fe es mucho menos perceptible que en el norte donde no se da, con verdadera trascendencia, la Religiosidad Popular". Muchos de nuestros niños, jóvenes y adultos han aprendido las verdades de la fe por medio de su Hermandad, de su Cofradía. Su relación con la Parroquia, y la Iglesia, es más directa y cercana gracias a este importante medio de apostolado y evangelización.
Decir que nuestros Amantísimos Titulares son imágenes sagradas, bellísimamente talladas y policromadas, que representan un momento pasional de Jesús, el Hijo de Dios, y a Su Bendita Madre: La Virgen María. Muchas personas no necesitan ver para creer y para rezar, pero otras si les hace falta dirigir las plegarias a una imágen de Cristo o de María para desahogar su alma, para pedir favores necesarios en su vida.
En un mundo, en una Sociedad tan materialista y, en bastante ocasiones, relativista que no quieren saber nada de signos religiosos en el ámbito de lo público, el poner en nuestras calles y plazas un Nazareno, un Crucificado o una imágen de María, en su Dolor o en su Mayor Gloria, se puede considerar un gesto de valentía, que no es tal porque estamos cumpliendo con la mayor obligación del cristiano que es el de propagar, el de evangelizar por todos y en todos los ámbitos.
Soy cofrade, y lo digo a orgullo, desde que nací. En casa siempre he visto un hábito nazareno y su antifaz, siempre han salido de casa nazarenos penitente. Me llamó Dios para que me integrara en la Hermandad de los Afligidos de San Fernando, en Cádiz, vulgo de Los Estudiantes y allí me fortalecí como cristiano, como católico y también conocí a hombres y mujeres entregados a los demás por su fe. ¡Qué ejemplos me habéis dado! Tanto los que llamó el Padre a Su Presencia como los que están en este Valle de Lágrimas porque entre todos podemos hacer un Reino de Felicidad si llevamos a la práctica los que nos dejó dicho Jesucristo.
Aunque ahora no estamos viviendo los mejores momentos en nuestras Corporaciones Nazarenas; por enfrentamientos innecesarios, tensiones y, en muchas ocasiones, descomposición de todo lo que pueden significar, esta grave situación nos debe hacer redoblar nuestro espíritu de superación y trabajar por la causa primigenia y que no es otra que trabajar por la Santa Madre Iglesia y porque el Reino de Dios llegue a todos.
Estoy orgulloso de ser cofrade porque he desarrollado mi fe y mi apostolado desde dentro de la Iglesia a través de las Hermandades y Cofradías. Quiero expresar mi total reconocimiento a esta vocación, tan criticada por algunos, tan valorada por tantos y tan necesaria para todos.
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