Foto Javier Romero Díaz
Floren Iniesta
El modismo “acto piadoso”, que tanto utilizamos en los medios para referirnos a los Vía Crucis, siempre ha resultado una expresión bastante sería per se. En efecto, esta cita cofrade – en este caso, organizada por la Unión de Hermandades- ha respondido, casi de manera invariable, a ese apelativo y es algo ciertamente lógico, pues supone el inicio de la Cuaresma, que es sinónimo de ascetismo y sacrificio.
Ayer, sin embargo, la Hermandad de la Borriquita logró restar un poco de formalidad a este clásico evento del consejo. Y no precisamente porque no revistiera cada uno de los detalles del mismo con la solemnidad preceptiva, sino por la natural, afortunada y abundante presencia de niños, sobre todo en el traslado de ida a la Santa Iglesia Catedral y en el desarrollo del propio ejercicio.
Ésto se pudo palpar en el citado primer templo jerezano, donde un, no excesivo, bullicio infantil abrió paso al rezo de las estaciones, que contó por más señas con la participación de la pequeña Alejandra Aguilar, paradigma del futuro de la Semana Mayor, cuya perfecta lectura se sumó a una cuidada ceremonia en todos los sentidos.
A pesar de ello, algunos seguirán pensando que el Vía Crucis es lo que sucede en la calle, ya que volvió a pasar lo de otros años: que la celebración central de la jornada fue esquiva a no pocas personas y el intervalo de tiempo que duró se convirtió en una mera parada de avituallamiento en las inmediaciones del Arroyo.
No obstante, la catedral se llenó con creces. Y contó nuevamente con un excelente aderezo musical que se hizo protagonista en las voces del coro capitaneado por Ángel Hortas, alabado incluso por el Señor Obispo, Don José Mazuelos, que asimismo instó en su meditación final a “entrar en los caminos de la humildad, la verdad y la paciencia”.
Por otra parte, en el aspecto más cofradiero, la corporación lasaliana brindó instantes de contrastes en su extenso recorrido: en la armonía, con la participación de la Capilla Musical ‘Sonos Angeli’, el conjunto vocal ‘Ensemble Stella Maris’ de Cádiz y el quinteto de metales de la Agrupación Musical ‘Santísimo Cristo de la Clemencia’; en el itinerario, dando brillo a correderas realmente decadentes del centro histórico; y en la estética, gracias al proporcionado y acertado binomio – también gustosamente exornado- de las andas del Nazareno de Huelva con la talla de Tomás Chaveli.
Finalmente, aunque la noche no se tornó especialmente gélida, sí que se notó progresivamente la ausencia de público en los momentos previos a la entrada en la Escuela de San José, que se produjo a las 23:40.
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