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ÉL PERMANECÍA SIEMPRE COMO UNA ‘ROCA’
Hace dos años el ahora Obispo emérito de Roma Benedicto XVI beatificó a su predecesor en el pontificado, Juan Pablo II, ante una multitud de más de millón y medio de personas, que colmaron la Plaza de San Pedro, los 500 metros de la Via della Conciliazione y algunas calles aledañas.La Misa de beatificación fue celebrada en el segundo domingo de Pascua, dedicado a la Divina Misericordia, elegido porque Juan Pablo II «gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta».
(ACI/InfoCatólica) Benedicto XVI también recordó el gran papel que tuvo la Virgen María en la vida del Beato, cosa plasmada en su escudo episcopal con el lema«Totus Tuus» (Todo Tuyo, en referencia a la frase de San Luis María Grignion de Monfort, «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón».
El entonces Papa de la Iglesia Católica recordó el impacto que tuvo la vida de su predecesor durante los 23 años en que lo conoció y pudo «venerar cada vez más su persona».
«Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio», aseguró, recordando que Juan Pablo II «se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio».
Además, en esa homilía Benedicto XVI recordó el testimonio del sufrimiento del Beato, asegurando que «el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una ‘roca’, como Cristo quería».
La profunda humildad de Juan Pablo II, dijo, «arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Iglesia».
«¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Desde el Palacio nos has bendecido muchas veces en esta Plaza. Hoy te rogamos: Santo Padre: bendícenos. Amén», culminó en esa ocasión Benedicto XVI.
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