Por el contrario - como ya dijimos-, en los domingos y en el tiempo pascual estaba prohibido arrodillarse y ayunar.[Según san Irineo, por mandato de los apóstoles. Cf."De corona", 3]
2. Hasta el s.X se arrodillaban los fieles solo en los días no festivos y únicamente en la Antemisa. El diácono decía "Flectamus genua" y el pueblo se arrodillaba antes de la oración del sacerdote. Posteriormente esa postura se prolongó durante la oración misma.
Por otro lado, la inclinación que se acostumbraba ahcer durante el Canon y oraciones en los días festivos, se reemplazó por el estar de rodillas. El Ordo de San Amand (s.IX) pide que los sacerdotes que estén junto al altar se arrodillen durante el Canon.
El Sínodo de Tours, canon 37 (año 813) consideró que el estar de rodillas era la postura adecuada de la oración cristiana.
En el s.XIII pro el movimiento eucarístico se impone el estar de rodillas al menos durante la consagración (aun en domingos y días festivos).
Simbolismo
1. Indica la voluntad del hombre de hacerse pequeñito frenta a la majestad divina. "Nunca el hombre es más grande que cuando está de rodillas", porque en ese momento es cuando reconoce su verdadera estatura; la diferencia infinita entre el Creador y su creatura.
Ese postrarse puede significar adoración o puede significar súplica.
Cristo rezó así en Getsemaní; san Esteban y san Ignacio en el momento de su martirio. San Pablo dice "doblo mis rodillas antre el Padre de N.S.J.C" (Ef. 2, 14)
2. Es signo penitencial. "Inflexio genuum poenitentiae et luctus indicium est". (San Isidoro)[De Eccl.off. I, 33]
Es como si el fardo de nuestros pecados nos pesara, y derribara por tierra. La santa tristeza que debilita y no permite mantenernos en pie. Como el publicano del Evangelio, que de rodillas y golpéandose el pecho, imploraba la misericordia divina.
"Cuando dobles las rodillas, que no sea un gesto presuroso y vacío. Dale un alma. Pero el alma del arrodillarse implica que también interiormente el corazón se inclina con profundo respeto ante Dios. Con este profundo respeto que sólo puede ser demostrado a Dios: porque lo adora.
Cuando entres en la iglesia, o la dejes, o pases frente al altar, arrodíllate con unción, lentamente, pues todo tu ser debe expresar: "¡mi gran Dios...!"
Esto es entonces humildad y verdad, y cada vez que esto ocurre hace buena a tu alma" (Guardini, p.21)
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