La aprobación de la eutanasia infantil demuestra que la tolerancia con cualquier homicidio voluntario pone en marcha «un desplome moral incontrolable». Así lo afirma el Presidente de la Pontificia Academia para la Vida
- ¿Se puede hablar de una ofensiva internacional para extender la eutanasia?
Creo que sí, en el sentido de que existe una campaña publicitaria muy agresiva, coherente con la línea editorial de poderosos medios de opinión pública, pero que no reflejan la realidad. La legalización de la eutanasia en edad pediátrica confirma la doctrina de la pendiente resbaladiza: hay decisiones -como la tolerancia de cualquier tipo de homicidio voluntario- que son punto de partida de un desplome moral incontrolable. La ética se construye y se aplica con la cabeza y con el corazón. Por desgracia, es difícil advertir cuándo es el corazón el que pierde la capacidad de discernir entre el bien y el mal.
- El Papa Francisco no se cansa de denunciar la cultura del descarte. ¿Le preocupa al Santo Padre esta mentalidad que considera que la vida con enfermedad, discapacidad o sufrimiento no vale la pena ser vivida?
Pienso que la expresión cultura del descarte, introducida por el Santo Padre Francisco, es un nuevo modo de hablar de cultura de la muerte. Esa expresión pone de manifiesto que las amenazas contra la vida humana -enferma o sana- están relacionadas con ciertos hábitos o modas. Es la cultura utilitarista del usar y tirar transferida del mundo comercial a las relaciones humanas.
- ¿Por qué no aceptar la eutanasia dentro del ejercicio de la libertad individual, en el caso de que se eliminaran todos los abusos?
La principal declaración de la Iglesia católica sobre la eutanasia (Iura et bona, 1980) comienza definiendo ese acto como lo que es: un homicidio deliberado. Lo propio de la eutanasia es la voluntad de matar. Eso es injustificable. Como médico, he conocido enfermos que se rebelaban contra la muerte y enfermos que la deseaban, pero nunca uno solo que la exigiera.
La eutanasia no es un asunto clínico, aunque entiendo que haya médicos que vacilen ante la presión de quienes no quieren creer en nada. La World Medical Association (más de cien Colegios Médicos nacionales) reafirma todos los años, en su Asamblea anual, la incompatibilidad entre Medicina y eutanasia. La Medicina ofrece hoy día algo más que una simple alternativa: una confianza real, una paliación compasiva, un tratamiento eficaz del dolor -excluidos raros síntomas refractarios- y el acompañamiento sereno del paciente incurable.
- ¿Qué se hace desde la Iglesia para ofrecer alternativas a la eutanasia?
La Iglesia no tiene entre sus prioridades la lucha frontal contra la eutanasia. La Iglesia evangeliza, habla de un Dios que nos ama incluso en el absurdo del dolor, habla de un Salvador -Jesucristo- que murió y resucitó, de una vida -la nuestra- que está en camino hacia la eternidad. En la Iglesia habita la esperanza. No, la muerte no es nunca la última palabra. Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega
- ¿Se puede hablar de una ofensiva internacional para extender la eutanasia?
Creo que sí, en el sentido de que existe una campaña publicitaria muy agresiva, coherente con la línea editorial de poderosos medios de opinión pública, pero que no reflejan la realidad. La legalización de la eutanasia en edad pediátrica confirma la doctrina de la pendiente resbaladiza: hay decisiones -como la tolerancia de cualquier tipo de homicidio voluntario- que son punto de partida de un desplome moral incontrolable. La ética se construye y se aplica con la cabeza y con el corazón. Por desgracia, es difícil advertir cuándo es el corazón el que pierde la capacidad de discernir entre el bien y el mal.
- El Papa Francisco no se cansa de denunciar la cultura del descarte. ¿Le preocupa al Santo Padre esta mentalidad que considera que la vida con enfermedad, discapacidad o sufrimiento no vale la pena ser vivida?
Pienso que la expresión cultura del descarte, introducida por el Santo Padre Francisco, es un nuevo modo de hablar de cultura de la muerte. Esa expresión pone de manifiesto que las amenazas contra la vida humana -enferma o sana- están relacionadas con ciertos hábitos o modas. Es la cultura utilitarista del usar y tirar transferida del mundo comercial a las relaciones humanas.
- ¿Por qué no aceptar la eutanasia dentro del ejercicio de la libertad individual, en el caso de que se eliminaran todos los abusos?
La principal declaración de la Iglesia católica sobre la eutanasia (Iura et bona, 1980) comienza definiendo ese acto como lo que es: un homicidio deliberado. Lo propio de la eutanasia es la voluntad de matar. Eso es injustificable. Como médico, he conocido enfermos que se rebelaban contra la muerte y enfermos que la deseaban, pero nunca uno solo que la exigiera.
La eutanasia no es un asunto clínico, aunque entiendo que haya médicos que vacilen ante la presión de quienes no quieren creer en nada. La World Medical Association (más de cien Colegios Médicos nacionales) reafirma todos los años, en su Asamblea anual, la incompatibilidad entre Medicina y eutanasia. La Medicina ofrece hoy día algo más que una simple alternativa: una confianza real, una paliación compasiva, un tratamiento eficaz del dolor -excluidos raros síntomas refractarios- y el acompañamiento sereno del paciente incurable.
- ¿Qué se hace desde la Iglesia para ofrecer alternativas a la eutanasia?
La Iglesia no tiene entre sus prioridades la lucha frontal contra la eutanasia. La Iglesia evangeliza, habla de un Dios que nos ama incluso en el absurdo del dolor, habla de un Salvador -Jesucristo- que murió y resucitó, de una vida -la nuestra- que está en camino hacia la eternidad. En la Iglesia habita la esperanza. No, la muerte no es nunca la última palabra. Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega
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