(Publicado en SAN FERNANDO COFRADE el domingo 4 de Marzo de 2011)
El Cortejo que componen las Hermandades de negro tienen que valorarse en un solo conjunto, todas las piezas que lo integra deben ser un engranaje perfecto y conjuntado que invite a la piedad, a la oración, a las plegarias, a la espiritualidad.
Cuando se es hermano de una Hermandad de negro, se destaca, sobremanera, por su forma de manifestarse en todo acto cultual que organiza lo hace pensando en el más estricto de la unción devocional, de la desnudez de mostrar nuestra fe sin grandes estruendos, sino desde el silencio respetuoso solo roto por la oración constante de todos los que, de una manera u otra, acompañamos a Jesús y María.
Para que esta actitud no sólo sea una pose, se debe incentivar a los hermanos a potenciar el acompañamiento en su maduración en la fe. Teniendo en cuenta los tiempos, circunstancias de cada persona.
Creo que no podemos pedir a los hermanos que tengan un determinado comportamiento en un día concreto si primero si no lo viven como parte implícita en su vida de fe y segundo si no le ofrecemos todo cuanto dispongamos para que la misma madure y se desarrolle en pleno sentido.
El acompañamiento en la vida espiritual y de fe de nuestros hermanos puede, y creo que debe, convertirse en el reto más importante que, como católicos, estamos obligados a realizar.
Esta tarea, apasionante, debe realizarse de la mano del Director Espiritual de la Hermandad, teniendo claro que dicho Director Espiritual es el representante directo del Prelado en la Hermandad o Cofradía. Esta tarea compete a todos los hermanos sin distinción y muy especialmente a los que desempeñan las responsabilidades y tareas de gobierno en el seno de cada respectivas Juntas.
Los hermanos deberán participar de forma activa y responsable, como deber con la Hermandad, en cuanto organizare la comunidad cristiana a la que perteneciera en orden a la formación y profundización de la fe o de la debida formación cultural y cristiana de sus miembros. La Hermandad debe conseguir que el Hermano vea este deber como necesidad.
Las Hermandades están obligadas a celebrar los Cultos intenos y externos que reflejen sus Estatutos o Reglas, así como fomentar la participación activa e imprescindible de los Hermanos en la misma.
Como Corporación Nazarena, en el día que se tenga establecido, la Hermandad hará Solemne y Devotísima Estación de Penitencia o Salida Penitencial, constituyendo ésta, por constitución y tradición, el principal acto de culto externo de la misma. Sería conveniente realizar un Retiro Espiritual antes de la Salida Penitencial así como una Eucaristía el día de la misma.
La Estación de Penitencia ha de suponer para los hermanos que participan un acto de meditación y participación directa en la Pasión de Cristo, formar parte de ella, y desde el puesto que ocupen en la misma, habrá de suponer un acto de sacrificio y renuncia así mismo en favor de los demás, al desprendimiento más absoluto, a la humildad y la caridad, a la oración , renunciando a la propia comodidad, a cualquier tipo de preferencia, privilegio o distinción.
El acto de penitencia comienza en el domicilio del hermano, en el momento de revestirse con el hábito. El hermano, una vez que ha salido de su domicilio, marchará a pie, cubierto con el antifaz, por el camino más corto, en absoluto silencio hasta el templo. Deberían sentir la necesidad de hacer una visita y rezar ante el Sagrario porque significa que la penitencia no empieza cuando llega al mismo sino que es una continuación.
La procesión transcurrirá en el más absoluto de los silencios y de los recogimientos, ya que el silencio sirve para dos grandes reencuentros: Con nosotros mismos y con el Dios de la Revelación que, también, se manifiesta en silencio. Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios.
El hermano que realiza la Estación de Penitencia si ha experimentado esta maduración y experiencia en la fe, no le será nada dificultoso mantener la máxima solemnidad, el máximo decoro y una actitud de auténtico respeto en la misma, dando con su ejemplo la imágen necesaria para que la misma se convierta una auténtica catequesis para los que la presencian.
Cómo he expuesto podemos concretar que la realización de la Estación de Penitencia o Salida Penitencial, es un medio y no el fin de la propia Hermandad y como medio debe haber existido un antes, durante y después. Antes con una formación cristiana, teológica, litúrgica, sacramental para conocer y amar al Señor en su verdadera dimensión. Decía el filósofo y humanista alemán; Enrich From que “quien no conoce nada, no ama nada”. Quién no conoce al Señor no puede amarlo en su verdadera dimensión. Gracias a este conocimiento se vive de otra manera la Eucaristía y de ahí la importancia extrema de acompañar en este proceso de maduración a los hermanos por parte de la Hermandad porque con los antecedentes que he nombrado, con ese vivir la fe profundamente en la Iglesia, en tu hermandad, en tu día a día podamos, con nuestro ejemplo, convertir la Estación de Penitencia en una auténtica presencia evangelizadora en el medio del mundo.
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