He escuchado desdenes, desprecios y bufidos a Donald Trump por la broma que ha gastado al preguntar por el calentamiento global en mitad de la ola de frío récord que están viviendo en los Estados Unidos. La broma muy buena no es; y lo digo yo, que la he gastado bastante. Por cierto, qué genialidad la de nuestro idioma cuando habla de "gastar" las bromas, indicando que el uso las desgasta a la primera. Un poema, en cambio, no se gasta, se recita. Yo hace ya dos o tres inviernos que dejé de utilizar el descenso de las temperaturas para frotarme las manos a cuenta del calentamiento. Por el desgaste y porque, en realidad, se trata de medias y cambios milimétricos. No prueba nada contra el hipotético calentamiento que haga frío en invierno… como que haga calor en verano tampoco lo prueba a favor.
Por eso mismo, escribo el artículo. No vale que las bromas contra el calentamiento global en invierno sean un espanto zafio que nos deje helados, pero que las alarmas por el calentamiento en verano nos acaloren y merezcan páginas elogiosas en los periódicos más prestigiosos. O nos vacilamos y nos balanceamos todos en el vaivén de las estaciones, o nadie. Las distinciones me recuerdan una anécdota de Pío Baroja. Se ganaba la vida trabajando en la panadería familiar, y le fueron con una frase muy celebrada de Rubén Darío: "Baroja es un escritor con mucha miga: se nota que es panadero". Rápido, Baroja replicó: "Darío tiene buena pluma: se nota que es indio". Aquello les pareció una barbaridad. El perplejo Baroja no entendía por qué no podía él hacer su chiste ni la diferencia. Sigue siendo una constante.
Claro que los calentólogos en verano no gastan bromas, sino que dan la alarma. Lo que hace este artículo todavía más necesario, como un juego (con perdón) de muñecas (con perdón) rusas (con perdón). No sólo es que, a falta de una evidencia científica del calentamiento global antropogénico, deberíamos mantener una neutralidad respetuosa ante los distintos posicionamientos. Es que, además, opera un segundo prejuicio. Lo apocalíptico se recibe mucho más alegremente que lo epigramático. Que parezca más serio, tampoco me gusta, pero lo entiendo. Que caiga más en gracia, ya parece demasiado.
La broma que gastó Trump no será buena y estaba muy gastada, vale. Aunque al menos trataba de poner al mal tiempo buena cara, y eso, en lo más crudo del crudo invierno (con perdón), reconforta.
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