lunes, 25 de febrero de 2019

MACHADO PARA TODOS; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ




La conmemoración del ochenta aniversario de la muerte de Antonio Machado ha traído cierto revuelo acerca de quién tiene legitimidad o no para celebrarlo. Según alguna izquierda, Machado (Antonio) es suyo. Según el sentido común, es común. La legitimidad para amar a un poeta la tiene su lector.

Ninguna de las dos (o treinta dos) Españas ha de helar al lector. Eso no significa negar la ideología o la fe de nadie, porque la doctrina es parte del material con el que se escribe. Ocurren, sin embargo, tres cosas. Siendo el alma humana tan grande, son muchos más los puntos de contacto con cualquiera inteligente y bueno que los motivos de divergencia. Siendo distinta mi concepción del amor de la de Luis Cernuda, pocos versos de amor me estremecen como los suyos: "Si no te conozco, no he vivido;/ si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido".

Luego está la búsqueda de la verdad, de la que tanto sabía Machado, que invitó al que no tenía la misma que él a irse con él a buscarla. La verdad es un trabajo en equipo. Por último, las diferencias mismas también suman. Muestran que la literatura se vuelve una incomparable ocasión de aprecio personal por encima de las discrepancias políticas.

La izquierda tiene más querencia a la apropiación de sus autores o, incluso, de la cultura en general. Los políticos de derechas (hay que reconocerlo) han contribuido con su obcecado desinterés por la cultura, que han abandonado a la izquierda, para centrarse, ilusos, en la economía. Fuera de la política, la realidad es distinta. Mis padres, tan conservadores, discutían entre ellos con pasión por quién era mejor poeta, si Alberti (defendido por mi padre), si Miguel Hernández (por mi madre). Cuesta imaginar una familia de izquierdas donde se discuta quién es mejor, si el conde de Foxá o Sánchez Mazas.

En la carrera de sacos de la apropiación cultural, teniendo en cuenta que la izquierda es una ideología prácticamente de anteayer, los carcas partimos con una ventaja de siglos, quitando otras estrictamente contemporáneas. Como dijo Gómez Dávila: "A Homero, poeta de la aristocracia jónica, y a Dante, poeta del ordo medieval, hay que agregar a Shakespeare, 'poeta del feudalismo' (según Morley). La reacción no anda mal de poetas". Esto hay que recordarlo de vez en cuando, pero sin negarle a nadie su derecho a amarlos y a citarlos. La poesía es para todos (los que sepan leerla y vivirla).

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