Durante el rezo del Ángelus presidido este domingo 23 de septiembre por el Papa Francisco Parque Santakos de Kaunas, Lituania, el Santo Padre advirtió contra los “impíos” que oprimen al pobre.
Frente a ellos, propuso este antídoto: “hacerse el último y el servidor de todos”.
A partir de la lectura del día del Libro de la Sabiduría, donde se habla “del justo perseguido, de aquel cuya ‘sola presencia’ molesta a los impíos”, el Pontífice contrapuso la actitud de aquel que recuerda los sufrimientos del pueblo con la de quien pretende eclipsar esa memoria con el “afán de primacía”.
En la lectura del Libro de la Sabiduría, “el impío es descrito como el que oprime al pobre, no tiene compasión de la viuda ni respeta al anciano. El impío tiene la pretensión de creer que su ‘fuerza es la norma de la justicia’”.
“Someter a los más frágiles, usar la fuerza en cualquiera de sus formas: imponer un modo de pensar, una ideología, un discurso dominante, usar la violencia o represión para doblegar a quienes simplemente, con su hacer cotidiano honesto, sencillo, trabajador y solidario, expresan que es posible otro mundo, otra sociedad”.
El Papa aseguró que “al impío no le alcanza con hacer lo que quiere, dejarse llevar por sus caprichos; no quiere que los otros, haciendo el bien, dejen en evidencia su modo de actuar. En el impío, el mal siempre intenta aniquilar el bien”.
En su reflexión, Francisco retrocedió 75 años en la historia para recordar uno de los episodios más trágicos de la historia de Lituania: la destrucción del Gueto de Vilnia durante la II Guerra Mundial: “Así culminaba el aniquilamiento de miles de hebreos que ya había comenzado dos años antes”.
“Al igual que se lee en el libro de la Sabiduría, el pueblo judío pasó por ultrajes y tormentos. Hagamos memoria de aquellos tiempos, y pidamos al Señor que nos dé el don del discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello y que a veces pueden correr tras esos cantos de sirena”, pidió el Papa.
Por ello, exhortó a mantenerse vigilantes frente a la tentación del “afán de primacía, de sobresalir por encima de los demás, que puede anidar en todo corazón humano”.
“Cuántas veces ha sucedido que un pueblo se crea superior, con más derechos adquiridos, con más privilegios por preservar o conquistar”.
El Pontífice se preguntó: “¿Cuál es el antídoto que propone Jesús cuando aparece esa pulsión en nuestro corazón o en el latir de una sociedad o un país?: Hacerse el último de todos y el servidor de todos; estar allí donde nadie quiere ir, donde nada llega, en lo más distante de las periferias; y sirviendo, generando encuentro con los últimos, con los descartados”.
Francisco finalizó su reflexión previa al rezo del Ángelus pidiendo a la Virgen “que nos ayude a plantar la cruz de nuestro servicio, de nuestra entrega allí donde nos necesitan, en la colina donde habitan los últimos, donde es preciso la atención delicada a los excluidos, a las minorías, para que alejemos de nuestros ambientes y de nuestras culturas la posibilidad de aniquilar al otro, de marginar, de seguir descartando a quien nos molesta y amenaza nuestras comodidades”.
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