"Los ídolos esclavizan. Prometen felicidad, pero no la dan; y nos encontramos viviendo para esa cosa o esa visión, atrapados en un vórtice autodestructivo, esperando un resultado que nunca llega", dijo Francisco en la catequesis del primer miércoles de agosto
Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano
En la memoria de san Alfonso María de Ligorio este primero de agosto, el Papa Francisco reanudó sus Audiencias Generales en el Aula Pablo VI del Vaticano, tras la pausa estiva. El Romano Pontífice impartió su catequesis sobre los diez mandamientos. Tras haber escuchado junto con los peregrinos presentes el primer mandamiento del decálogo, tomado del Libro del Éxodo el cual reza: «No tendrás otros dioses frente a mí» (Ex 20,3), hizo el punto en el tema de la idolatría. Se trata de un tema “de gran actualidad”, dijo, que afecta a todos los seres humanos, creyentes o no.
El ser humano, sea creyente o no, es propenso a crearse ídolos
“El mandamiento prohíbe crearse ídolos o imágenes de cualquier tipo”, explicó en primer lugar. “Porque todo - añadió- puede ser usado como ídolo”. “Se trata de una tendencia humana que no ahorra ni a creyentes ni a ateos”. La idolatría – recordó citando el catecismo de la Iglesia Católica - no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios.
Hablando en español se expresó de esta manera:
El primer mandamiento del decálogo, que dice: «No tendrás otros dioses frente a mí» (Ex 20,3), nos lleva a reflexionar sobre el tema de la idolatría, que es de gran actualidad. Al dar este mandamiento, Dios añade: «No te fabricarás ídolos ni figura alguna, […] no te postrarás ante ellos, ni les darás culto» (Ex 20,4-5).
Los “ídolos” esclavizan. Pero, ¿qué es un “dios” a nivel existencial?
A la pregunta arriba expuesta Francisco respondió explicando que es aquello que está en el centro de la vida y algo de lo que uno depende y piensa. “Uno puede crecer en una familia nominalmente cristiana, pero centrada, en realidad, en puntos de referencia ajenos al Evangelio”, dijo. Y explicó que esto sucede porque los seres humanos no viven sin enfocarse en algo:
El ser humano, sea creyente o no, es propenso a crearse ídolos. La palabra “ídolo” en griego viene del verbo “ver”. Un ídolo es una “visión” que llega a ser una fijación, una obsesión sobre algo que pudiera responder a las propias necesidades y, por tanto, se busca y se hace todo por alcanzarla, pensando que en ella está la felicidad.
El ídolo - se explayó Francisco en italiano- en realidad es una proyección de uno mismo en objetos o proyectos: y es ésta la dinámica que utiliza la publicidad. No veo el objeto en sí mismo, sino que percibo ese automóvil, el teléfono inteligente, ese rol u otras cosas, como un medio para realizarme y responder a mis necesidades esenciales.
Es así como “lo busco, hablo de eso, pienso en eso” y “la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto, llegar a esa posición, parece una forma maravillosa de alcanzar la felicidad, una torre para alcanzar el cielo (véase Gen 11,1-9), y todo se vuelve funcional para ese objetivo”, añadió.
Los ídolos arruinan vidas y familias
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“Sin embargo, los ídolos exigen un culto y a ellos se sacrifica la propia vida con tal de alcanzarlos. Se antepone el dinero, la fama o el éxito a la familia, a los hijos y a la integridad de la vida. Los ídolos son mentirosos prometen felicidad, pero no la dan, sino que esclavizan y terminan haciéndose dueños de nuestra existencia”: así el Pontífice puso en guardia sobre el poder nocivo que ejercen los ídolos en nuestras vidas, dando, además, algunos ejemplos de estos ídolos, a saber, la fama, la belleza, la carrera, el dinero.
“Los ídolos piden sangre”, aseguró. Y “las estructuras económicas sacrifican vidas humanas por mayores ganancias”. De este modo las vidas se arruinan, las familias se destruyen y los jóvenes quedan en manos de modelos destructivos, sólo para aumentar las ganancias.
“En cambio, el verdadero Dios - iluminó el Papa a los presentes - no nos ofrece ilusiones ficticias ni hace despreciar el momento presente, sino que enseña a amar a los demás y a vivir la realidad de cada día”.
Reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracia
Y porque el Dios verdadero no pide la vida sino que la dona, reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracia que pone en el camino del amor, sostuvo Francisco, explicando asimismo que, de hecho, el amor es “incompatible” con la idolatría: si algo se vuelve absoluto e intocable, entonces es más importante que un cónyuge, un hijo o una amistad. El apego a un objeto o a una idea nos hace ciegos al amor.
En cambio “para amar de verdad”, uno “debe ser un ser libre de los ídolos”.
Reconozcamos y erradiquemos los ídolos que nos tienen esclavizados
En los saludos que dirigió a los fieles en los distintos idiomas, hablando en italiano se dirigió en particular, y como lo hace habitualmente, a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados, y recordando la memoria litúrgica de San Alfonso María de Ligorio “celante pastor que conquistó los corazones de la gente con mansedumbre y ternura, frutos de la relación con Dios, bondad infinita”, les animó a que su ejemplo les ayude a vivir con alegría la fe en las acciones sencillas de cada día.
Mientras que en la conclusión de la catequesis que impartió en nuestro idioma animó a todos a entrar en el propio interior “para reconocer y erradicar los ídolos que los tienen esclavizados” y para poner en su lugar “al verdadero Dios, que los hará – dijo - libres y plenamente felices”.
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