lunes, 20 de agosto de 2018

UN VERANO CERCA DE LA SANTINA














Los jóvenes de la diócesis han peregrinado este año a Liébana y Covadonga, concluyendo así  un año cargado de bendiciones.
En la línea de nuestro año jubilar diocesano, y tras haberlo alcanzado en el encuentro diocesano de Juventud, en Covadonga se nos ofrecía la posibilidad de recibir esta misma gran gracia concedida por la Iglesia.
Pero antes de llegar a venerar a la Virgen en su Santa Cueva, hemos visitado otros lugares como preparación a ese momento.
Como siempre nuestro obispo D. Rafael ajustó su agenda para acompañarnos; también D. Ricardo, D. Jesús Zurita, los dos diáconos recién ordenados, Juan Carlos y Gabriel, y una buena representación del seminario.
Primeramente,pasamos por Valladolid donde celebramos la Eucaristía en el Santuario de la Gran Promesa del Corazón de Jesús. Al día siguiente fuimos al monasterio de Dueñas donde se venera al santo hermano Rafael y tuvimos la oportunidad de celebrar la eucaristía allí y rezar ante su tumba. El día 25 fuimos a Liébana. Fue un día precioso: en primer lugar, el paisaje, increíble; la eucaristía presidida en el altar por el Lignum Crucis más grande del mundo; después pudimos besar ese mismo Lignum crucis en 2 ocasiones y venerarlo durante un precioso momento de oración.
Al día siguiente, subimos a las alturas en teleférico en Fuente Dé. ¡Que precioso el mar de nubes y toda la creación! El tiempo nos acompañó en todo momento. Aprovechando la naturaleza, fue una magnífica oportunidad para celebrar la Eucaristía en ella.
Cuando llegamos a Covadonga lo primero que hicimos fue ir a la cueva a saludar a la Santina y tener la eucaristía en una capilla de la basílica. Hemos celebrado allí durante 5 días, cerca de la Virgen.
Cada día, teníamos catequesis, momentos en que los peregrinos reflexionan y les ayuda a crecer en su vida espiritual y en su formación.
Pero esto no ha sido todo… tuvimos la oportunidad de descender el Sella en kayak y de superar los recorridos de un estupendo parque aventura. En ambas lo pasamos genial.
En nuestro regreso hicimos una parada en Cantalapiedra, en donde muy amable y generosamente nos esperaban las hermanas clarisas, con quienes tuvimos un encuentro en el locutorio, además de compartir con ellas un rato de adoración eucarística.
Resumiendo, ha sido una peregrinación llena de bendiciones, en que los jóvenes diocesanos van afianzándose y creciendo en la fe.

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