Era el más riguroso secreto, a tenor de la inexistencia de la efeméride en los medios y del escaso eco académico, se conmemoran este año los trece siglos justos del aniversario de la batalla de Covadonga y de la creación del reino de Asturias, comienzo de lo que mucho tiempo después los historiadores dieron en llamar Reconquista. Aunque la fecha del 718 siga siendo debatida, es la más aceptada hoy día y las dudas cronológicas no afectan a la certeza del hecho histórico ni a su trascendencia. Trascendencia que nadie, al menos hasta ahora, se ha atrevido a negar. ¿Cómo es posible que un acontecimiento de tanta importancia para la historia de España y de Europa caiga en el semiolvido? La comparación con la repercusión concedida en 2011 a los 1.300 años de la invasión árabe de 711 es harto elocuente de los tiempos que vivimos, de la profunda crisis de identidad en que nos debatimos y de las dudas que poco a poco se confirman sobre nuestro futuro como nación.
Porque el principal significado que Covadonga precisamente tuvo, tal como lo vivieron los contemporáneos y las generaciones inmediatas, no fue sólo el acto de rebeldía hispana y cristiana frente al gran imperio árabe-musulmán, sino sobre todo la afirmación de la continuidad del nuevo reino de Asturias con el aniquilado reino godo de Toledo, continuidad que se hace patente en todos los aspectos culturales, religiosos, artísticos e incluso onomásticos. De esa conciencia de continuidad extrajeron sus reyes, y posteriormente los leoneses y castellanos, una legitimidad que resultó esencial para reconstruir en torno a ellos la unidad de la Spania de los godos. Es impresionante que Alfonso III, aún en Oviedo, se hiciera llamar Rex Hispaniae ya en 906, cuando las victorias cristianas y la guerra civil en al-Andalus permitieron creer en el fin del dominio musulmán algunas décadas antes de la creación del califato de Córdoba. ¡Y que haya quien pueda negar la realidad histórica de España antes del siglo XIX!
Cada generación, cada siglo, fue ampliando y enriqueciendo el sentido de lo que en 718 sucedió en la gruta del monte Auseva, pero creo que nunca como ahora se había producido un tal debilitamiento de la conciencia de continuidad con aquellos hechos y sus consecuencias. Es algo que por la intensidad y rapidez del fenómeno debiera hacernos reflexionar a los españoles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario